Maltrato infantil: azúcar en bebidas y chucherías

    Se ha estimado que el 64 por ciento de la población mexicana (incluidos los menores de edad) consume tres veces más azúcar de lo recomendado por la OMS. Este consumo excesivo de azúcar está relacionado con una alta prevalencia de enfermedades crónicas en el país, como sobrepeso, obesidad y diabetes.

    En México, el consumo de azúcar excede significativamente las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La OMS sugiere que los azúcares libres representen menos del 10 por ciento de la ingesta calórica diaria, con una recomendación adicional de reducirlos por debajo del 5 por ciento para obtener beneficios adicionales para la salud. Para un adulto con una dieta de 2,000 calorías, esto equivale a un máximo de 25 gramos de azúcar al día. Sin embargo, datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) indican que el consumo per cápita de azúcares totales en México es de aproximadamente 364.5 kilocalorías diarias, de las cuales 126 kilocalorías provienen de azúcares añadidos.

    Asimismo, se ha estimado que el 64 por ciento de la población mexicana (incluidos los menores de edad) consume tres veces más azúcar de lo recomendado por la OMS. Este consumo excesivo de azúcar está relacionado con una alta prevalencia de enfermedades crónicas en el país, como sobrepeso, obesidad y diabetes. Reducir la ingesta de azúcares libres es una medida crucial para mejorar la salud pública y prevenir estas enfermedades.

    Reducir el consumo de azúcar durante los primeros 1,000 días de vida puede ofrecer una protección significativa contra enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2 y la hipertensión arterial en la adultez, según un reciente estudio publicado en Science (DOI: 10.1126/science.adn5421). Este período crítico abarca desde la etapa prenatal hasta los primeros dos años de vida, un tiempo en el que los nutrientes que el bebé recibe inicialmente de su madre y, posteriormente, de las fórmulas y alimentos infantiles, tienen un impacto profundo en su salud futura.

    El estudio, liderado por Tadeja Gračner de la Universidad del Sur de California, destaca que una dieta baja en azúcar durante este intervalo se asoció con una reducción del 35 por ciento en las tasas de diabetes tipo 2 y un 20 por ciento en las de hipertensión arterial en la mediana edad. Además, las enfermedades crónicas aparecieron más tarde en personas con baja exposición al azúcar en sus primeros años: cuatro años después en el caso de la diabetes y dos años en el caso de la hipertensión. Estos hallazgos subrayan la importancia de un ambiente nutricional adecuado desde el útero.

    El equipo de investigadores aprovechó un experimento natural en el Reino Unido, donde el racionamiento de azúcar y dulces impuesto después de la Segunda Guerra Mundial finalizó en 1953. Durante el racionamiento, la ingesta diaria promedio de azúcar era de aproximadamente 40 gramos, similar a las pautas dietéticas actuales, pero se duplicó a 80 gramos tras el levantamiento de las restricciones. Usando datos del Biobanco del Reino Unido, los científicos analizaron la salud de 38,000 personas concebidas y nacidas durante el racionamiento y 22,000 concebidas después. Los resultados mostraron que las tasas de diabetes e hipertensión eran sustancialmente más bajas entre aquellos expuestos al racionamiento en sus primeros 1,000 días de vida. Curiosamente, la etapa prenatal contribuyó a un tercio de esta reducción en el riesgo.

    Estos hallazgos coinciden con la evidencia de que una dieta materna con índice glucémico bajo durante el embarazo puede reducir las tasas de obesidad infantil. Los alimentos con índice glucémico bajo son absorbidos más lentamente, lo que atenúa las fluctuaciones del azúcar en sangre y podría tener beneficios duraderos para la salud metabólica.

    La profesora Gračner enfatizó que, si bien es crucial mejorar la alfabetización nutricional, también se debe responsabilizar a las empresas para reformular los alimentos infantiles y regular la comercialización de productos azucarados. Las intervenciones públicas que faciliten el acceso a dietas bajas en azúcar podrían marcar una diferencia significativa.

    Estas conclusiones deberían guiar el desarrollo de políticas de salud pública enfocadas en este período crucial. El acceso fácil y asequible a alimentos de alta calidad y bajos en azúcar podría ser una herramienta poderosa para prevenir enfermedades crónicas y promover una salud duradera.

    En conjunto, esta investigación refuerza la necesidad de un enfoque integral para reducir la ingesta de azúcar en los primeros 1,000 días de vida. La evidencia sugiere que implementar estrategias dirigidas tanto a los consumidores como a la industria alimentaria podría no solo mejorar la salud infantil inmediata, sino también disminuir la carga de enfermedades crónicas en la sociedad.

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