Arturo Santamaría Gómez
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El caso Lozoya Austin, que quizá sea el mayor escándalo político en la historia mexicana desde el nacimiento del PNR-PRM-PRI podría, finalmente, reducir casi hasta a la extinción al otrora partido de Estado (también alguna vez llamado partido oficial, aplanadora, único, casi único, “partidazo”, etc.).
El PRI está siendo golpeado a muerte, pero el PAN también está malherido. La que fue la alianza partidaria que empujó las profundas reformas neoliberales desde 1989, ya sea mediante las concertacesiones políticas durante el gobierno salinista o los acuerdos camarales durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, va a encontrar enormes dificultades para que se repitan electoralmente en 2021.
La desaparición del PRI la deseaban muchos opositores políticos, empresarios, periodistas, académicos y no pocos peatones, pero lo sorprendente es que dos relevantes miembros del mismo partido lo han pronosticado. En efecto, Juan S. Millán y Francisco Labastida, dos sinaloenses que destacaron en la vida política de Sinaloa y del País, lo han dicho en repetidas ocasiones, aunque no dejan de pujar para que no sea así.
Millán pensaba que eso sucedería después de las elecciones de 2018 y Labastida opina que ya se está escribiendo “la crónica de la muerte anunciada” del tricolor apresurada por la escandalosa corrupción peñanietista, según declaraciones hechas al diario La Jornada el pasado 17 de agosto. La muerte no ha sido de un solo golpe. El más duro lo recibió en 2018, pero en 2021, si bien no está en juego la presidencia de la república, podría ser casi su epitafio.
Hasta el momento, las diferentes encuestas nacionales nos dicen que solo en dos de 15 estados el PRI podría competir seriamente una gubernatura. Uno de esos estados es Nuevo León y el otro Sinaloa. En ninguno de ellos encabeza los sondeos de opinión, pero está en situación de competencia. Si no gana ni uno de los dos, la casa fundada por Plutarco Elías Calles, probablemente con menos diputados federales que en el presente, y sólo con unos cuantos senadores y alcaldes, estará poco menos que moribunda. Acaso como un partido testimonial. ¡Quién lo hubiera creído hace dos años!
No sabemos cómo culmine legalmente el caso Lozoya. No sabemos si los acusados por el ex Director de Pemex serán llamados para que den sus testimonios ante la Fiscalía. A estas alturas el proceso aún parece nebuloso; pero lo que sí no es nada brumoso es el juicio político que a través de los medios y las redes está ganando el Presidente López Obrador.
No está claro si hay suficientes elementos legales para llevar a juicio a los señalados por Lozoya, entre ellos nada menos que tres ex presidentes y dos ex candidatos a la Presidencia. Lo que sí es rotundo es que AMLO está administrando políticamente con gran habilidad el asunto para extenderlo hasta las elecciones del próximo año.
El golpe político a priistas y panistas ha sido tan certero y fuerte que la alianza de gobernadores del mismo sello, más un perredista, se ha debilitado seriamente porque dos de sus integrantes más destacados, Francisco Domínguez, gobernador blanquiazul en Querétaro, y Francisco García Cabeza de Vaca, gobernador también albiazul en Tamaulipas, fueron señalados por Lozoya de recibir sobornos para aprobar la Reforma Energética. Si esta alianza de gobernadores se presentaba como la única oposición política articulada y con presencia mediática frente a López Obrador, si no se ha desdibujado totalmente sí queda flácida.
De paso, los dos gobernadores panistas, quienes apuntaban para ser destacados dirigentes partidarios panistas llegarán con poco aire para 2021. Y Ricardo Anaya, quien ya se prepara para disputar una diputación federal el próximo año y desde ahí volver a sumir el liderazgo de los herederos de Gómez Morín, si no demuestra plenamente su inocencia frente a las acusaciones de soborno ahora sí será un cadáver político.
En el plano regional, habrá que esperar a otras mediciones demoscópicas para ver hasta dónde las acusaciones de Lozoya afectan al PRI sinaloense. Lo que sí es pronosticable en este momento, es que una potencial alianza PRI-PAN para el próximo proceso electoral se dificulta en extremo porque los dos partidos a lo larga de la campaña serían identificados por Morena y decenas de miles de ciudadanos como los representantes más genuinos de la corrupción política mexicana.
Estos partidos podrían decir lo mismo de Morena para los casos de sus principales ciudades, Culiacán, Mazatlán y Los Mochis, donde ese flanco es fácilmente criticable, pero el peso mediático nacional, encabezado por AMLO con las mañaneras, donde sus conferencias estarán incidiendo en el proceso electoral, inclinará con facilidad la balanza mediática a favor del partido de López Obrador.
En este contexto tan crítico para el priismo sinaloense y Quirino Ordaz, se hace más viable la alternativa para que el candidato tricolor a la Gubernatura no sea un militante de ese partido ni de ningún otro. O que el Gobernador termine por convencerse que es mejor un acuerdo con AMLO favorable para Morena.
Cualquier escenario catastrófico para el PRI parece inevitable.
Posdata
No pasa una semana sin que “El Químico” Benítez se golpee a sí mismo. Es un mago de la autoflagelación política.