Los sueños de José

    En 1636, Pedro Calderón de la Barca publicó su obra titulada “La vida es sueño”. Al final del primer acto, Segismundo enhebra un famoso soliloquio que culmina con la conocida frase: “toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

    Es muy importante abrigar y cobijar sueños en la vida; sin embargo, hay que ser mesurados y saber con qué cosas o prodigios soñar. No es lícito vivir sólo de sueños, como apuntó Sartre: “Soñar en teoría es vivir un poco, pero vivir soñando es no existir”; pero tampoco es justo mutilar los sueños de nuestro horizonte: “Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir, y no dormir sin soñar”, expresó el médico y escritor, Gregorio Marañón.

    Resumiendo: no se puede vivir sin soñar, pero no se puede circunscribir toda la vida a simples sueños, como cáusticamente afirmó el dramaturgo Enrique Jardiel Poncela: “En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen. La gran mayoría de los sueños, se roncan”.

    El 19 de marzo, fiesta de San José, el Papa Francisco señaló que este patriarca nos enseñó a soñar con humildad, servicio, amor, gratuidad, sencillez y compromiso:

    “Todos en la vida sueñan con realizarse. Y es correcto que tengamos grandes expectativas, metas altas antes que objetivos efímeros -como el éxito, el dinero y la diversión-, que no son capaces de satisfacernos. De hecho, si pidiéramos a la gente que expresara en una sola palabra el sueño de su vida, no sería difícil imaginar la respuesta: “amor”. Es el amor el que da sentido a la vida, porque revela su misterio. La vida, en efecto, sólo se tiene si se da, sólo se posee verdaderamente si se entrega plenamente”.

    ¿Qué sueños abrigo? ¿Persigo objetivos caducos y efímeros?