Alejandro Moreno, mejor conocido como Alito, presidente del PRI, ha demostrado poseer un lenguaje tan obscuro y obsceno como el del peor poeta de arrabal. Su “peorema” más célebre lo escupió hace unos cuantos días:
“A los periodistas no hay que matarlos a balazos, hay que matarlos de hambre”.
No es necesario citarlo palabra por palabra porque sus frases capturadas por una grabación ya son parte de la antología negra de la retórica política mexicana; pero sí es posible conjeturar que sus oraciones han dinamitado la ya de por sí debilitada credibilidad del otrora invencible.
De los tres dirigentes partidarios de la alianza opositora a Morena, Alito era el más beligerante, quizá porque buscaba quitarse la percepción de que, como Gobernador y en sus primeros meses como presidente del tricolor, había sido un político que se subordinaba a AMLO; sin embargo, de manera paulatina fue endureciendo su discurso contra Morena y su líder, al grado de que ya había dejado atrás la radicalidad de Marko Cortés y Jesús Zambrano, presidentes del PAN y PRD. Además de buscar deslindarse de López Obrador, era evidente que ya utilizaba la triple alianza antimorenista para construirse como el más fiero opositor y, por lo tanto, más fuerte aspirante del triunvirato a la candidatura presidencial en 2024. Pero, érase que, al igual que todos los grupos políticos en el poder, Morena también interviene, o le gusta utilizar las intervenciones telefónicas de otros, para espiar a sus enemigos políticos, y lo envía al pabellón de los políticamente descabezados. Alejandro Moreno ya se puede despedir de su aspiración a ser candidato presidencial y, a corto plazo, a seguir siendo presidente del PRI.
Si el tricolor cometiese el pecado mortal de mantenerlo en la oficina central de Insurgentes Norte estaría socavando desde ahora el acuerdo del PRI-PAN-PRD de arribar juntos al 2024. Los malos resultados que va a obtener el partido dirigido por Alito en las elecciones del 5 de junio, cuando van a perder todos sus candidatos a Gobernador, podría ser el mejor pretexto para deshacerse de él. Si no fuese así no tendrían ni la más mínima credibilidad las críticas que esgrimen los tres partidos sobre los ataques a la prensa, los recursos financieros ilegales a las campañas que se obtienen de chantajes a empresarios o el uso de los recursos públicos para beneficios privados que se le adjudican a Morena, y de los que siempre se han relacionado con el PRI.
Y, en efecto, el tricolor se está desfondado para alimentar a Morena, tal y como lo podemos observar en los candidatos de la 4T en Durango, Tamaulipas e Hidalgo. El candidato de los morenos en Hidalgo fue diputado local y militante del PRI hasta 2025. La candidata en Durango fue integrante del PRI y diputada local hasta 2018, y Américo Villareal, candidato de la 4T en Tamaulipas fue destacado miembro del PRI hasta 2016. Es decir, en esos estados y en varios más, Morena no parece crear fuerzas políticas emergentes sino, más bien, recicla a las priistas. Esto es evidente cuando vemos que Morena hace seis años obtuvo en esos estados una media de 8 por ciento, y ahora promete un voto casi seis veces mayor gracias a los trasvases del PRI y en menor medida del PAN y PRD. Aunque este milagro no sucedería sin AMLO en Palacio Nacional.
Pero, ¿una vez que los priistas se mudan a Morena actúan de forma diferente a como lo hacían en el tricolor? Sí, en cuanto a los programas sociales de gobierno porque el PRI neoliberal los marginó o minimizó, y Morena, con variantes, recuperó. No, en cuanto a estilos de hacer política: verticalistas, corruptos, presidencialistas, hábiles para cooptar o intimidar críticos, etc. No obstante, militantes de Morena sin haber pasado por el PRI han clonado el estilo priista de hacer política, tal y como lo podemos ver en el preclaro Alcalde mazatleco (feliz, por cierto, de que AMLO le haya permitido tocar su mano y tomarse una foto).
Si el estilo de hacer política de los morenos no es muy diferente al del PRI y cientos de priistas se suben al barco moreno ¿por qué los nietos de Plutarco Elías Calles experimentan la peor crisis de su historia y los cuatroteístas su máximo momento de gloria cuando están a punto de ganar cuatro o cinco estados más?
Pues, simplemente, la mayoría de los mexicanos le cree más a López Obrador que a los priistas y a todos los políticos de Oposición juntos. En México con una cultura política presidencialista y redentorista, cuando un caudillo se hace creíble es convertido en un verdadero hacedor de milagros. Mientras esta creencia perdure en la mayor parte de los habitantes del territorio nacional, e incluso de los que han emigrado a Estados Unidos, y las encuestas continúan diciendo que eso es así, Morena seguirá ganando elecciones y gobernando más territorio.
El presidente del PRI ya no tiene credibilidad alguna y no puede seguir siendo parte de la oposición tripartita. Si se sostiene a la cabeza de su partido lo va a hundir más y con él a sus amigos del PAN y PRD.
Con toda seguridad, después de las derrotas priistas del próximo 5 de junio vamos a ver una mudanza todavía mayor de tricolores a Morena en Sinaloa y en todas partes.
¿Quién puede dudar que en Morena ven a Andrés Manuel López Obrador como el redentor que todo resuelve, cuando en su último viaje a Sinaloa Estrada Ferreiro se siente desamparado porque el Presidente no se tomó una foto con él y no le sonrió, y “El Químico” se siente bendecido y casi candidato a Senador porque le pudo besar la mano al supremo y tomarse una foto con él?