Los militares y el policía

    Agencia Reforma / @jshm00
    Impulsar a un policía que tiene buenos resultados en materia de seguridad es inmolar a un cuadro técnico. Un funcionario que puede seguir siendo valioso para la ciudad o para el gobierno federal haciendo lo que sabe hacer es lanzado a los calderos de la política electoral para hacer algo que es improbable que aprenda. Las prendas del policía son muy distintas de las prendas que necesita un gobernante.

    No le ha bastado al nuevo régimen convertir al Ejército en el aliado principal y beneficiario preferente. Ahora impulsa a un policía para gobernar la capital de la República. Un proyecto que se dice de izquierda sostenido por soldados y encumbrando policías. Para el Presidente, el Ejército parece ser la única estructura confiable del gobierno. Si los cuadros técnicos son, por su propia naturaleza, sospechosos, los soldados merecen todas las misiones y todos los recursos. El gobierno no solamente deposita la confianza administrativa en el Ejército sino también su expectativa de trascendencia. Para que las iniciativas del lopezobradorismo permanezcan, se decreta que sus cuidadores serán los hombres que manejan tanques y sostienen fusiles.

    En el inventario de regresiones democráticas de este régimen, la militarización, el regreso del Ejército al centro de la vida pública será uno de los más costosos y uno de los más difíciles de revertir. A esa militarización se agrega ahora otra amenaza: el impulso a un policía para gobernar la Ciudad de México. La virtual candidata a la presidencia empuja, hasta donde puede verse, a su policía para ocupar la Jefatura de gobierno. Claudia Sheinbaum quiere que los capitalinos seamos gobernados por un gendarme. No niego que la apuesta por un comandante que ha resultado popular, tenga sentido electoral. García Harfuch es reconocido como un oficial competente y puede atraer electores no ideológicos, distantes del oficialismo. El policía, en efecto, es pista de que Sheinbaum busca ampliar, en la capital del país, por lo menos, la base electoral del morenismo.

    La apuesta por el policía no es absurda, pero es perversa. En primer lugar, es evidente el intento de repetir el esquema de subordinación política de este sexenio. Repetir la regencia de Sheinbaum con otro gobierno tutelado. De esa subordinación habla el propio aspirante quien ha defendido su ambición de gobernar la capital como una pleitesía. No se le escuchan ideas o propuestas para la capital. Y cuando plantea su propósito de continuar con los proyectos de la actual administración es claro que, para él, todos los dominios de la administración capitalina son territorios inexplorados. No tiene una perspectiva global de la ciudad, no tiene experiencia de gobierno local. Ha perseguido delincuentes toda su vida y eso es lo que sabe hacer. Su única bandera es ayudarle a La Doctora. Sheinbaum es, para los suyos, siempre “La Doctora Sheinbaum”.

    En segundo lugar, impulsar a un policía que tiene buenos resultados en materia de seguridad es inmolar a un cuadro técnico. Un funcionario que puede seguir siendo valioso para la ciudad o para el gobierno federal haciendo lo que sabe hacer es lanzado a los calderos de la política electoral para hacer algo que es improbable que aprenda. Las prendas del policía son muy distintas de las prendas que necesita un gobernante. Diría que los atributos de un buen policía son contrarios a los atributos de un buen gobernante porque la administración no es tropa y porque los desafíos de un gobierno no se reducen a combatir criminales. Aterra imaginar al gobernante imaginando que la política es una extensión de la actividad policial. Eso nos aconseja un movimiento que se dice de izquierda: que nos cuiden, que nos gobiernen militares y policías.

    No cabe duda de que México necesita cuadros profesionales dedicados a la seguridad pública. Por eso necesita cuidar su espacio, es decir, impedir que la política electoral los desbarate. Segar una trayectoria profesional para emprender una aventura política es una grave irresponsabilidad, una terrible miopía.

    Lo es también el exponer a un hombre que ha sido víctima de un atentado mortal a enormes peligros. ¿Puede hacer campaña un hombre que está vivo de milagro, después de haber sido atacado por un comando de asesinos? ¿Puede hacer recorridos y asambleas quien es visto como enemigo jurado de poderosos criminales? Un hombre que permanecía bajo un cuidado extraordinario fue de pronto lanzado a una zona de alarmante vulnerabilidad.

    Son tiempos en que hay que decir lo elemental: los policías deben dedicarse a la función policial.