Los enviados de Washington

    Si bien es cierto que la situación económica es el escenario que hoy por hoy provoca la mayor parte de la migración forzada de los principales países de expulsión migratoria de la región latinoamericana, no obstante, la violencia criminal y la inseguridad son los motivos que más repiten los solicitantes de refugio como argumentos que hacen invivible la vida en su lugar de origen, lo mismo ciudadanos de Honduras, El Salvador, Nicaragua, pero también los mexicanos de Guerrero, Michoacán o Guanajuato.

    El diagnóstico que desde el inicio de su gobierno López Obrador hizo sobre la migración fue el correcto en el papel. Cambiar el discurso de cargar toda la responsabilidad del flujo migratorio a Estados Unidos y asumir la responsabilidad de ser un país de expulsión migratoria, sobre todo por tener una economía precaria que provoca la búsqueda de mejores ingresos salariales que el mercado laboral estadounidense ha ofrecido a los mexicanos por décadas, es impecable. Sin embargo, donde empieza a hacer agua la propuesta es que se omiten dos detallitos (por lo menos en el discurso), que van más allá del argumento de generar condiciones económicas, ya no solo en México, sino también en los países de Centro América, para que las personas “No tengan que migrar, que sean felices donde nacieron”. Si bien es cierto que la situación económica es el escenario que hoy por hoy provoca la mayor parte de la migración forzada de los principales países de expulsión migratoria de la región latinoamericana, no obstante, la violencia criminal y la inseguridad son los motivos que más repiten los solicitantes de refugio como argumentos que hacen invivible la vida en su lugar de origen, lo mismo ciudadanos de Honduras, El Salvador, Nicaragua, pero también los mexicanos de Guerrero, Michoacán o Guanajuato. Esa violencia estructural es parte medular de un entramado complejo en el que los gobiernos de cada país y estados tienen gran responsabilidad, ya sea porque son omisos o de plano son los perpetradores de manera directa o indirecta. Si le sumamos a estas coordenadas el hecho de que muchos gobiernos de la región no cuentan con la legitimidad y respetabilidad que requieren para sentarse a negociar apoyos desde el exterior, simplemente no se ve cómo esto pueda cambiar la dinámica migratoria.

    Hay un punto adicional que se escapa a este diagnóstico y es el hecho de asumir como natural el supuesto de que el ideal de las personas es vivir en el lugar donde nacieron, cuando justamente, lo que demuestra la diversidad del proceso migratorio es que millones de personas deciden por sí mismas, incluso en situaciones extremas, sobre qué les conviene más, qué les genera más opciones para ellos y sus hijos o simplemente, como diría Milán Kundera, muchos creen que “la vida está en otra parte” y asumen los riesgos de migrar. Por tanto, al diagnóstico de buscar condiciones económicas para que la migración no sea forzada por las circunstancias que insisto, es loable, le falta asumir que las personas no sólo migran por razones económicas y muchas, además, de la violencia criminal, tienen en la migración una ilusión, una esperanza o una vía de escape, que va más allá de tener un empleo y tal vez, un salario aceptable. La realidad es que millones de personas en el mundo radican lejos del lugar donde nacieron sin mayor problema e incluso felizmente instaladas. El mismo Presidente Andrés Manuel López Obrador es un orgulloso tabasqueño avecindado en la Ciudad de México desde hace décadas, a quien no sólo se le ve como pez en el agua en la Capital, sino que la gobernó sin ser oriundo de la entidad gracias a que la ciudadanía local lo ha favorecido con su voto mayoritario más de una vez. Es un migrante interno por decisión y felizmente acogido por su entidad de adopción.

    Dicho esto, parece que no basta con generar condiciones económicas para arraigar a las personas y evitar la migración, sino que vale la pena abrir el panorama e incluir muchas otras variables, incluso para negociar mejor con los enviados de Washington que lo único que alcanzan a ver es que México les detengan el flujo migratorio y que no se acumulen personas migrantes en su frontera. Por eso, lo que es urgente es crear escenarios de libertad, seguridad y tranquilidad, que permitan el desarrollo de las personas y entonces sí, evitar la migración desesperada que es la que estamos viendo llegar a la Ciudad de México, aunque entre las sorpresas que da la migración, a lo mejor en medio de ese caudal de personas está una niña que en unas décadas más será electa por la misma ciudadanía local que no le ve mayor problema al lugar de nacimiento de las personas.