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¿Acertó Andrés Manuel López Obrador aplaudiendo y apresurando la cancelación de los más de 100 fideicomisos que fondeaban la investigación científica y tecnológica, la innovación ambiental e investigación educativa, la producción cinematográfica, el deporte de alto rendimiento, la cooperación internacional para el desarrollo, la protección de personas defensoras de los derechos humanos y periodistas y, entre otros, la reparación de desastres naturales? ¿Era lo que una cruzada nacional contra la corrupción requería para poner fin a los desvíos de recursos, la opacidad y la simulación en el uso de los recursos públicos? ¿Gana o pierde el pueblo (como él le llama) con los efectos que se desprenden de este afán? ¿Era la única salida a mano o había otras que también podrían refrendar los valores que sustentan la tan necesaria y anhelada renovación moral? ¿Pagaron los pecadores por sus culpas o los justos fueron castigados?
AMLO no se equivoca en el hecho de que algunos de estos fideicomisos se manejaban de una manera corrupta, opaca y abusiva. “Nada más en Conacyt, 90 fideicomisos, y tenemos que saber cómo se usaba el dinero, y había muchísimo dinero que se transfería a grandes empresas; o sea, la investigación se hacía a costillas del erario [...] por ejemplo, ciencia, tecnología y se utilizaba en construcción de edificios, o sea, lo de siempre. Se habla de un hospital y lo que les importaba era la obra física, la construcción, el contrato de obra y se está conociendo que cobraban hasta dos, tres veces más el costo de la obra”.
Tampoco se equivoca cuando se pregunta: “¿quién no quiere el desarrollo de la ciencia y de la tecnología?, ¿quién no quiere fomentar la cultura?, ¿quién no quiere fomentar el deporte, ayudar a los deportistas? Ese no es el tema, el asunto es la corrupción, el dinero guardado, jineteado en bancos. Hay muchos intereses en todo esto. Recursos, por ejemplo, para el fomento de energías no renovables... mejor dicho, renovables, energías limpias que se tienen a partir de destinar un porcentaje aparentemente mínimo por la venta de crudo, pero estamos hablando de cantidades considerables, sin control, sin trasparencia”.
Sin duda, había que darle un garrote fatal a las tramas y redes de corrupción asociadas a los fideicomisos. Los recursos para la investigación son para poner los avances de la ciencia y tecnología al servicio de la sociedad, no para construir tres veces el mismo edificio o para que un futbolista que cobra millones en Europa continúe recibiendo una beca deportiva o para que un cineasta mexicano que vive en Hollywood reciba apoyos gubernamentales para producir sus películas.
Sin embargo, López Obrador se equivoca, y mucho, cuando sus acciones en pro de la integridad se realizan sin reparar en las consecuencias. Sus desvaríos en este sentido son equivalentes a retirar los ventiladores mecánicos a todos los pacientes internados, porque el director del hospital hizo que se asignara de manera tramposa cinco aparatos. Decidir a partir del ideal de la honestidad pase lo que pase, cueste lo que cueste, puede ser tan destructivo como el mal que trata de erradicar la defensa de tal ideal.
Si la defensa de un principio como este se diera en el ámbito de la moral privada, nada habría que reclamar, porque el Presidente tiene total libertad de vivir y defender los principios morales que dan sentido a su vida, sin tener en cuenta las circunstancias o consecuencias de tal defensa, si así lo desea. Pero cuando se trata de la moral pública la perspectiva cambia, porque esta no se construye desde una sola mirada moral, sino a partir de la confluencia de distintas morales que, al final del día, son lo deseable para cualquier sociedad que se precie de ser liberal y democrática.
No es la primera vez que la moral de la convicción de Andrés Manuel genera efectos desastrosos. Cuando supo del mal manejo de los recursos públicos que hacían algunas estancias infantiles, retiró el apoyo a todas. Lo mismo hizo con los centros para la defensa de las mujeres maltratadas por la violencia. Para llevar a puerto su barca de la integridad, hundió y quemó las de la integridad física de las mujeres golpeadas, la igualdad de género y la educación inicial. En el imaginario moral del Presidente no caben las medias tintas. Su moral de la convicción no admite matices. O blanco o negro; no hay grises ni puntos intermedios.
En su obsesión por extirpar de la vida pública la ralea de la corrupción, olvidó que, además de los futbolistas, los investigadores de muchas universidades privadas también son parte del pueblo. Perdió de vista que el trabajo de estos también busca transformar y beneficiar a México, y no solo para hincharse los bolsillos. Es lamentable, muy lamentable, que esté convencido que son parte de la “misma gente deshonesta” a la que apoyan algunos legisladores.
En su obcecación por acabar con la corrupción, no se dio cuenta que los apoyos que recibían los investigadores de la universidad Iberoamericana servían para impulsar “milpas educativas para el buen vivir” ante el Covid, procesar los resultados de la encuesta de seguimiento a los efectos de la pandemia, impulsar escalamientos de la biorrefinería en plantas piloto. Tampoco se dio cuenta que profesores-investigadores del Tec de Monterrey trabajaron sin descanso para producir respiradores mecánicos de bajo costo o crear plasma para tratar a pacientes graves contagiados por el Covid. Desconoce que los investigadores de la Universidad de las Américas de Puebla, han trabajado arduamente en propuestas para la formación ciudadana, la equidad de género y la construcción de la paz. Olvida que muchos investigadores del ITAM han desarrollado muchos estudios que han derivado en políticas públicas para volver maás eficientes algunos de los programas gubernamentales en curso, y que los del ITESO siguen buscando formas para erradicar la violencia de género, promover la justicia social y el desarrollo comunitario. A esta parte del pueblo es a la que en este momento pasó a afectar.
AMLO asegura que “si es un deportista de alto rendimiento, si es un investigador, si es un escritor, si es un artista, si es un artesano que está recibiendo su apoyo, lo va a seguir recibiendo sin ningún problema, si es un cineasta...”. Lo que no dijo, como ya es común en él, es cuándo llegará de nuevo el recurso y qué harán los investigadores que se queden sin los apoyos del SIN para completar sus ingresos y continuar con sus investigaciones.
Este nuevo frente abierto dista mucho de ser el que sostiene contra “los intelectuales orgánicos” del viejo régimen. Su nueva pelea ahora la da contra una parte del pueblo, docentes e investigadores, que se parten el alma tratando de ampliar las fronteras de la investigación científica por el bien del país. A estos ha pateado el Presidente.
Los daños de esta nueva epopeya pírrica de su contradictoria cruzada moral aún no resultan del todo claros, porque los males apenas comienzan. En cuestión de días quienes ni la deben ni la temen comenzarán a sentir el impacto.