Hace un siglo, la vida de las niñas, niños y adolescentes comenzó a cambiar de manera significativa. La aprobación de la pionera “Declaración de Ginebra sobre los Derechos de la Niñez” marcó un antes y un después en la forma en que el mundo concibe a la niñez. En aquel entonces, este grupo de la población no gozaba de los derechos fundamentales que hoy consideramos como normales.
En este contexto, Eglantyne Jebb, fundadora de Save the Children, desempeñó un papel crucial al redactar la declaración adoptada por la Sociedad de Naciones el 26 de septiembre de 1924. Por primera vez en la historia, se reconoció que las niñas y niños no eran posesiones de las personas adultas, sino seres humanos con derechos propios. Entre los principios establecidos se incluyeron el derecho a la educación, la protección en tiempos de crisis, la alimentación adecuada y la seguridad frente a la explotación.
Uno de los avances más notables en estos últimos 100 años es la reducción de la mortalidad infantil. En 1924, un tercio de las niñas y niños moría antes de cumplir cinco años. Para 1950, esta cifra se redujo a uno de cada cuatro, y hoy en día, esa probabilidad ha descendido a menos de cuatro de cada 100. Este progreso se debe a mejoras en la atención sanitaria, la nutrición, el acceso a agua potable, las vacunas, medicamentos y a la reducción de las hambrunas.
Sin embargo, a pesar de estos logros, los avances se han estancado en los últimos años. Se estima que 3.8 millones de niñas y niños seguirán muriendo antes de cumplir los cinco años para el año 2030. En un mundo donde existen los recursos para prevenir estas muertes, esta cifra es inaceptable y plantea un desafío urgente para la comunidad internacional.
Otro avance clave es el acceso a la educación, un derecho que hace 100 años estaba limitado a unos pocos. Hoy, la educación es reconocida como un derecho fundamental y, en muchos países, los gobiernos tienen la responsabilidad de garantizar su acceso para todas las niñas y niños. Actualmente, casi nueve de cada 10 (88 por ciento) niños en edad de cursar primaria completan sus estudios, y seis de cada 10 (59 por ciento) logran concluir la secundaria superior. Esta cifra contrasta drásticamente con 1924, cuando más de seis de cada 10 personas carecían de acceso a la educación formal.
A pesar de este gran avance, millones de niñas, niños y adolescentes siguen fuera del sistema educativo, sobre todo en zonas de conflicto. En Sudán, más de 18 millones de niños están sin escolarizar, y 625 mil en Gaza carecen de acceso a la educación. Esto subraya la necesidad de redoblar esfuerzos internacionales para garantizar que el derecho a la educación se cumpla en todas partes, sin importar el contexto geográfico o político.
En cuanto al trabajo infantil, hace 100 años era común que la mayoría de las niñas y niños trabajaran para contribuir a los ingresos familiares, ya fuera en granjas, fábricas o minas. Hoy en día, nueve de cada 10 niños ya no realizan trabajos infantiles, lo que representa un logro clave en la protección de sus derechos. Sin embargo, el trabajo infantil sigue siendo una realidad para millones. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 160 millones de niñas, niños y adolescentes siguen realizando actividades laborales; la mitad de ellos de forma peligrosa, poniendo en riesgo su salud y seguridad.
Quizás el avance más significativo de los tiempos recientes es que cada vez más niñas, niños y adolescentes están reclamando activamente sus derechos, exigiendo los cambios que desean ver en el mundo. Sus peticiones están llevando a generar acciones de verdadero impacto.
No obstante, aún queda mucho por hacer. Por eso, la misión de Save the Children sigue siendo tan relevante hoy como lo fue hace un siglo. Esta lucha es el legado de la organización, su presente y su compromiso para el futuro: garantizar que la niñez y la adolescencia se mantengan en el centro de la toma de decisiones globales.
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Save the Children es la organización independiente líder en la promoción y defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Trabaja en más de 120 países atendiendo situaciones de emergencia y programas de desarrollo. Ayuda a los niños y niñas a lograr una infancia saludable y segura. En México, trabaja desde 1973 con programas de salud y nutrición, educación, protección infantil y defensa de los derechos de la niñez y adolescencia, en el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas.
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