El apego en materia emocional es la relación afectiva más íntima, profunda e importante que establecemos los seres humanos. La función del apego es asegurar el cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de personalidad del más pequeño.

    En niveles normales, estar apegado a alguien es aceptable, pero cuando la conducta muestra un grado exagerado de dependencia en nuestras relaciones puede ser causa de que la persona no se valora a sí misma. Trabajar en el apego sano en nuestras relaciones es una lucha y un esmero diario con nosotros mismos, para darnos el cuidado y el aprecio que todos necesitamos en nuestras vidas. Entonces de nuestra seguridad dependerá poder amarnos a nosotros mismos sin necesidad que los hagan los demás.

    El primer apego que desarrollamos, es desde la infancia con nuestros padres y dependiendo de la forma como sea nuestra relación con ellos y su forma de ser, generará características de personalidad diferentes. Fortalezas y debilidades, que hay que abordar sin juicios, sin autoflagelos y sin desamor.

    Si se trató de padres que solían estar poco disponibles para sus hijos o fueron poco afectivos, generarán hijos adultos que tenderán a ser personas con poco contacto con sus emociones, rechazándolas u ocultándolas. Este rasgo generalmente concentrado en personas solitarias que se centran en cuidarse a si mismos y no se preocupan por su entorno. Este tipo de personas tienden a desarrollar una falsa imagen de fortaleza y frialdad con la que disfrazan su propia inseguridad y temor.

    Existen también núcleos familiares con hijos que crecieron encolerizados por la ausencia parcial de sus padres, donde el coraje nunca les fue contenido, terminando el cólera. Estas personas en la vida adulta, se autoconsideran poco valiosas y por lo general no deseadas, son inseguros, pasivos y agresivos, tienden a culpar al resto de la gente de sus problemas y desarrollan un sentimiento acentuado de requerir de mucha intimidad con la gente cercana, explotando en sus emociones y luego no autoconteniéndose, son personas dependientes que tienden a victimizarse. Quienes sufren este tipo de apegos, necesitan recibir confort de sus parejas y si lo que reciben lo consideran no es suficiente, la relación la convierten en conflictiva donde a pesar de mil disculpar repiten la conducta que los daña y daña a quienes aman.

    Importante para el crecimiento personal y la trascendencia del ser humano, reconocer cuando se desarrollan apegos acentuados al poder, al dinero, a la avaricia, a la pereza, a la gula, a la soberbia, a la ira. El origen está en la inseguridad de la infancia y se expresa en la vida adulta en el temor de no tener. El ser humano que verdaderamente confía, está seguro que la vida le va a proveer lo necesario para cubrir sus necesidades y sus seguridades, quien piensa en contrario desarrolla excesos.

    Hay que decidir con conciencia a qué nos apegamos y de qué nos desapegamos, ahora que seguimos necesitando la Sana Distancia existe una posibilidad de reacomodar las prioridades, tomar conciencia y reconciliarnos con nuestros órdenes y nuestras conductas.

    Trabajar en el apego sano en nuestras relaciones es una lucha y un esmero diario con nosotros mismos, para darnos el cuidado y el aprecio que todos necesitamos en nuestras vidas