Los alfileres de la salud

    Cuenta la leyenda que, allá en el fatídico 1994, cuando el País se derrumbó política y económicamente, el recién nombrado Secretario de Hacienda reclamó y acusó que su antecesor le había dejado la economía prendida con alfileres. “Sí, estaba sostenida con alfileres, pero para qué se los quitas” respondió el acusado.

    Algo muy similar ha sucedido en este Gobierno con el sistema de salud. Nadie puede decir que era bueno, mucho menos que no había enormes ineficiencias y abusos. Estaba sostenido con alfileres y apuntalado con corrupción. Requería cirugía mayor, pero el Gobierno actual optó por la amputación.

    El reporte oficial del Insabi es que a octubre solo se ha entregado 9.5 por ciento del total de los medicamentos solicitados por los estados en las compras consolidadas (la nota la publicó Andrea Vega en Animal Político). Lo que se ha logrado comprar, eso que nos presumen en las mañaneras como un acto heroico, no está en las clínicas ni en los hospitales del País, sino encerrado en 11 almacenes.

    Para el próximo año se anuncia un importante incremento en el gasto en salud, lo cual es una buena noticia. El Insabi dejará de ser de papel para tener, ahora sí, dicen, capacidad de atención médica. El problema es que el sistema de distribución de medicinas no se resuelve solo con dinero. Hace más de un año se anunció que Birmex (Biológicos y Reactivos de México), una paraestatal dedicada a la producción de biológicos y vacunas, se haría cargo de la distribución de medicamentos. Como no tiene infraestructura para ello, dijeron que se apoyarían en el Ejército para llevar a cabo su labor. El fracaso es estrepitoso y en este caso no tienen la culpa las Fuerzas Armadas sino el que los hace padrino de todos sus hijos: el Presidente

    Cuando el gobierno de Ernesto Zedillo cambió el sistema de compras consolidadas fue justamente porque las medicinas se quedaban en las bodegas y no llegaban a los pacientes. La Secretaría de Salud, a cargo en ese entonces de Juan Ramón de la Fuente, decidió licitar no solo la compra de medicamentos sino también la distribución, porque los medicamentos más caros son los que no llegan a los pacientes, los que caducan en las bodegas. Con ello se redujo la falta de medicamentos en sitio, pero se resolvió la corrupción, que pasó de los laboratorios a las distribuidoras. Había, pues, que atacar la corrupción, pero se decidió desmantelar el sistema.

    Al día de hoy, a tres años de la administración y dos de las desaparición del Seguro Popular, no hay una sola persona procesada por la corrupción que existía (y probablemente siga existiendo) en la compra-venta de medicamentos; no hay un esquema de distribución; no hay mayor eficiencia en el uso de los recursos, pues hay que insistir, que los “ahorros” del Gobierno los está pagando la gente que no recibe sus medicinas; no hay un sistema de salud más confiable que el anterior.

    En serio, ¿no es tiempo de revisar las decisiones en materia salud, desde el Secretario fantasma y el Subsecretario omnipresente hasta la compra y distribución de medicamentos? Lo único peor que un mal servicio como el que teníamos es uno inexistente. Ahora sí que le quitaron los alfileres al sistema de salud, el Estado quedó desnudo y los usuarios descobijados.