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Muchas personas transcurren su vida rigiéndose por la ley del menor esfuerzo: ¿Para qué hacer más si con lo que hago es suficiente? ¿Para qué me desgasto si con lo que hago consigo lo necesario?
Por el contrario, hay personas que recalcan hasta el cansancio que el éxito solamente se obtiene con esfuerzo. ¿A quién le concede usted la razón?
Sin temor a equivocarme, creo que casi todos responderíamos que debemos practicar nuestro mejor esfuerzo. Sin embargo, nuestra preocupación no debe centrarse en hacer cosas, sino en ser cada día mejor persona.
Centrándose en el camino para alcanzar la espiritualidad, Anthony de Mello escribió: “El esfuerzo no produce el crecimiento; sea cual sea la forma que adopte (la fuerza, la costumbre, una determinada técnica o un determinado ejercicio espiritual), el esfuerzo no origina el cambio”. Añadió: “El esfuerzo sí puede modificar la conducta, pero no cambia a la persona. Piensa en la mentalidad que subyace a la pregunta "¿Qué debo hacer para alcanzar la santidad?". Es algo así como preguntar: "¿Cuánto dinero tengo que gastar para comprar tal cosa? ¿Qué sacrificio debo hacer? ¿A qué disciplina tengo que someterme? ¿Qué clase de meditación debo practicar para obtenerlo?”
De Mello, precisó: “De hecho, no vas a conseguir el amor de los demás a base de practicar técnicas, sino a base de ser una determinada clase de persona. Y esto no se logra con esfuerzos ni con técnicas de ningún tipo. Lo mismo sucede con la espiritualidad y la santidad. No dependen de lo que hagas (no se trata de una mercancía que pueda comprarse ni de un premio que pueda ganarse); dependen de lo que seas. La santidad no es un logro, es una Gracia”.
¿Me preocupo más por ser o por hacer?