La imaginación es un arma muy poderosa que, en ocasiones, no es bien ponderada. Hay quienes la confunden con un inocuo sueño, un fantasmal espejismo o una febril emoción.
Imaginar no es lidiar con fugaces y huidizas quimeras; todo lo contrario, es enfocar correctamente el ojo de la mente para que aterrice en la pista adecuada- “Si lo puedes imaginar, lo puedes lograr”, dijo sabiamente Albert Einstein.
John Lennon, en su célebre canción, expresó: “Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz... Quizás digas que soy un soñador, pero no soy el único. Espero que algún día te unas a nosotros y el mundo será uno solo”.
Sí, es muy importante soñar e imaginar. Sin el imán de la imaginación permaneceríamos clavados siempre en el mismo sitio, incapaces de pensar, planear y proyectar. Aun cuando no alcancemos a ver el fin de nuestros sueños, no es lícito nulificar ni cortar la matriz de nuestra imaginación. “Sueño en el libro que no escribiré jamás”, exclamó Italo Calvino.
Y ya que hablamos del libro, conviene subrayar que la lectura resulta un inestimable recurso para nutrir nuestra imaginación. “Leer, dijo José Luis Sampedro, nos enriquece la vida. Con el libro volamos a otras épocas y a otros paisajes; aprendemos el mundo, vivimos la pasión o la melancolía. La palabra fomenta nuestra imaginación: leyendo inventamos lo que no vemos, nos hacemos creadores”.
Agregó que el poder político y el poder económico prefieren educar a ciudadanos pasivos y sin imaginación: “Hace cinco siglos la imprenta nos libró de la ignorancia llevando a todos el saber y las ideas. El alfabeto fomentó el pensamiento libre y la imaginación: por eso ahora nos quieren analfabetos”.
¿Fomento el hábito de la lectura? ¿Proyecto nuevos mundos con la brújula de la imaginación?