Las Siete Palabras

18/04/2025 04:01
    En las Siete Palabras se contiene el centro del mensaje de Jesús, su despedida y el reconocimiento final de la humanidad y divinidad del Hijo del Hombre.

    Como estos son tiempos de reflexión, buscando textos que ayudaran a meditar sobre la vida, pasión y muerte de Jesucristo, redentor del mundo, encontré las obras del teólogo español José Luis Martin Descalzo sobre la vida y misterio de Jesús de Nazaret, quien en su tercer tomo se refiere a La Cruz y la Gloria de Jesús, de donde se tomaron frases e ideas completas sobre el momento culminante en la crucifixión y muerte del Hijo de Dios; igualmente se mencionarán aquí pensamientos y citas contenidas en la obra Cristo Jesús, del sacerdote jesuita Juan Manuel García de Alba.

    En las Siete Palabras se contiene el centro del mensaje de Jesús, su despedida y el reconocimiento final de la humanidad y divinidad del Hijo del Hombre; “Dios dejó a Jesús ser Jesús”, quien a su vez “...recibió de los hombres que le precedieron su forma de pensar, de contemplar, de orar, etc.”. “El punto central de la predicación de Jesús y el núcleo de su mensaje era el reino de los cielos”, que “no es obra de los hombres, es, por el contrario, la obra de Dios”, según García de Alba.

    Cuando los apóstoles y los seguidores de Jesús creían saborear el “triunfo” del Señor con la apoteótica entrada a Jerusalén el Domingo de Ramos, todo se derrumba con la traición de Judas, con “la entrega” del Hijo de Dios a los fariseos, escribas y sacerdotes judíos y finalmente ante su condena, su crucifixión y muerte, algo inesperado e inexplicable que le pasara al Mesías, de quien nunca entendieron que todo ello era “la misión de Dios hecho hombre”.

    El mensaje final de su Cruz y su Gloria está en las Siete Palabras:

    1. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. En su agonía, “Jesús se olvida de sí mismo y empezó a preocuparse de sus enemigos” y no se refería a los soldados encargados de clavarlo en la cruz, pues estos claro que no sabían lo que hacían, solo cumplían órdenes; se refería a sacerdotes y escribas que debieron de saber lo que hacían; aunque, esencialmente Jesús se refiere a toda la humanidad, que hasta la fecha no sabe lo que hace al pecar y al no perdonar.

    2. La presencia de dos malhechores crucificados al mismo tiempo que Jesús, nos envía también el mensaje de que, en ellos, estamos representados todos los hombres. Jesús sigue sin pensar en sí mismo, atiende al “buen ladrón” que reconoció la divinidad de Jesús y le pidió que “se acordara de él cuando estuviera en su reino”. La respuesta de Jesús fue sorprendente: “En verdad te digo, responde, que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”. Así, “un criminal está entre los primeros elegidos de la Iglesia gloriosa”.

    3. Es hasta este momento que Jesús empieza a preocuparse de sí mismo, y es que falta entregar a los hombres el mejor de sus regalos. Sólo queda cerca de la cruz un pequeño grupo, pues los apóstoles ya han huido y ese pequeño grupo está formado por mujeres y por Juan, los demás varones huyeron; ahí estaba María, la madre de Jesús, quien hasta ese momento había sido “alejada” de la vida de predicación de su hijo, pero que ya era hora de integrarla, no sólo a su pasión y muerte, sino al cumplimiento de la misión del redentor; María tiene ahora un puesto único en la iglesia naciente y cuando Cristo entrega a Juan a su madre y a ésta a un nuevo hijo, “es el gran legado que Cristo concede desde la Cruz a la humanidad”.

    4. La cuarta palabra está llena de misterio, “que durante siglos y siglos ha conmovido a los santos y trastornado a los teólogos”, cuando Jesús, al borde de la muerte y en el clímax de sufrimiento como hombre, exclama: “Elí, Elí, lama sabactani?”, es decir, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, ¿cómo pudo el Padre abandonar al Hijo, si ambos son un único Dios?, “Palabra fatal, que será, hasta el fin del mundo un escándalo para la fe de muchos”, según Journet, citado por Martín Descalzo. Es en ese momento cuando Jesús verdaderamente experimenta “el terrible dolor de ‘hacerse cargo de todos los pecados de la humanidad, de los de ayer, los de hoy y los de mañana hasta el final de los tiempos’” y “este dolor es más agudo que todos los de la carne juntos”.

    Con esta palabra Jesús se nos presenta en toda su humanidad doliente, pero también en toda su divinidad triunfante, al cumplir a cabalidad su misión divina.

    5. Inmediatamente después, pronuncia Jesús la quinta palabra: “tengo sed”, “es su palabra radicalmente humana, la prueba definitiva de que está verdaderamente muriendo, de que en la cruz hay un hombre, no un fantasma”, expresión que conmovió a uno de los soldados que dio a beber en una esponja un poco de vinagre, “y así se cumplió otro pasaje de los salmos: ‘en mi sed me dieron a beber vinagre’”.

    6. “Todo está consumado”. Cuando Jesús comprueba que todas las profecías que sobre Él se hicieron, ya no queda una sola por realizar, que todo está cumplido, que ya puede descansar en el Padre: “pocos segundos antes de su muerte describen la total paz que la habita” y “con su cuerpo destrozado y su rostro maltrecho, se presenta ante el Padre como sustituto del hombre maltrecho” y “que ya sólo queda reclinar la cabeza, sólo falta morir...”.

    7. “En tus manos encomiendo mi espíritu”. “Jesús muere tranquilo, acabó su combate, es hora de descansar”. Jesús “se ha sentido a gusto siendo hombre”, “se ha contagiado de hombre, a pesar de todo”, “ama a este mundo, lo ama porque él lo hizo”.

    Jesús reclina su cabeza y se inició el nuevo mundo, la historia de la Iglesia, con sus deficiencias humanas y sus triunfos divinos, es la historia del perdón y del amor, la historia del Reino de Dios. Amén.