Las repercusiones de la guerra en Ucrania en la economía de América Latina

    A pesar del escaso peso del comercio entre México con Rusia y Ucrania, el impacto de la guerra ahonda las tendencias al alza de la inflación y las tasas de interés en detrimento de la actividad económica. Esto incide en una escalada de precios de los bienes y servicios e incluso pone en riesgo el valor de la moneda nacional

    Después de la expansión económica y de relativa recuperación registrada en 2021, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe señalaba este año que el crecimiento económico pasaría de 6.3 por ciento en 2021 a aproximadamente 2.1 por ciento en 2022, una desaceleración de la actividad para retornar al bajo crecimiento que caracterizó a la región en los últimos tiempos. Sin embargo, dadas las repercusiones de la guerra entre Rusia y Ucrania, las estimaciones de incertidumbre y retorno al lento crecimiento se han profundizado.

    En 2021 la región mostró procesos rápidos de recuperación con diferentes capacidades, tanto en los procesos de vacunación como en la implementación de políticas de atenuación a los efectos económicos y sociales ocasionado por la crisis sanitaria. Sin embargo, la guerra en Ucrania intensificó las presiones inflacionarias y la desaceleración de la actividad económica que ya se encontraban en curso, y en 2022 el efecto rebote desaparece con daños en la actividad económica mundial.

    En tal sentido, si bien la guerra ahonda la crisis global y los efectos para la región latinoamericana y caribeña, el deterioro económico es desigual entre los países. Es decir, es agudo en algunas subregiones/países e industrias, y prácticamente nulo en otras. Al igual que en las anteriores crisis como la financiera internacional de 2008-2009, la crisis pandémica o desde el 2017 las tensiones entre los Estados Unidos y Europa, por una parte, y China, por otra, los efectos están siendo diferentes entre los países de la región.

    De acuerdo con la Cepal, las economías de ALC afrontan un escenario complejo en 2022 no sólo por la desaceleración del crecimiento económico y el comercio internacional, sino también por la creciente inflación, la contracción de los mercados laborales y el aumento en la desigualdad. A esto se suman disrupciones de la producción energética y el incremento de sus precios, crisis alimentaria, caída de la demanda externa y volatilidad financiera.

    El informe de la Cepal, Repercusiones en América Latina y el Caribe de la guerra en Ucrania: ¿cómo enfrentar esta nueva crisis?, muestra que las estimaciones de crecimiento para 2022 apuntan importantes diferencias. Mientras que ALC crecerá 1.8 por ciento y América Latina 1.7 por ciento; América del Sur crecerá sólo 1.5 por ciento y las economías centroamericanas registrarán un crecimiento de 2.3. Y en cuanto al crecimiento del Caribe, si se excluye a Guyana, el crecimiento sería de 4.7 por ciento, pero si se incluye aumentaría a 10.

    En el comercio internacional, por un lado, las economías con mayor impacto negativo serán las del Caribe y Centroamérica dada su condición de importadores netos de energía, lo que se reflejará en las presiones sobre la balanza comercial.

    A pesar del escaso peso del comercio entre México con Rusia y Ucrania, el impacto de la guerra ahonda las tendencias al alza de la inflación y las tasas de interés en detrimento de la actividad económica. Esto incide en una escalada de precios de los bienes y servicios e incluso pone en riesgo el valor de la moneda nacional. En lo que respecta a Brasil, la volatilidad de los precios de los fertilizantes y la reducción de su suministro han sido desastrosas para esta economía dada su condición de importador de fertilizantes minerales. Brasil concentra el 56 por ciento de las importaciones de fertilizantes que llegan a la región desde Rusia, Ucrania y Bielorrusia, lo que se traduce en fuertes presiones al sector agrícola brasileño.

    Por tanto, las previsiones de crecimiento para las dos principales economías de la región también son diferenciadas. La Cepal estima que México crecerá 2.3 por ciento en tanto que Brasil alcanzará sólo un 0.4 por ciento en 2022. Ambos países registrarán un enérgico retroceso de la lucha contra la pobreza.

    En cambio, los efectos serán positivos para las naciones exportadoras de productos energéticos como Venezuela, Trinidad y Tobago, Colombia y Bolivia, debido al incremento en los precios del petróleo, el gas y el carbón. No obstante, como estos países son importadores de derivados, los efectos también pueden ser negativos.

    En este contexto, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania puede desencadenar en una crisis global de alimentos, principalmente por la pérdida de capacidad productiva agrícola de Ucrania y la parálisis del comercio de cereales y fertilizantes con Rusia. Para encarar estas situaciones de incierta complejidad, la articulación regional es fundamental y tal como en su momento lo sugirió la FAO, ALC debe reactivar en primera instancia el Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) 2025 y adecuarlo al contexto actual. La región, también debe poner en marcha el plan de autosuficiencia sanitaria para América Latina y el Caribe, elaborado por la Cepal a solicitud de la Presidencia Pro Tempore de México.

    La autora es Ximena Roncal Vattuone, doctora en Economía Política del Desarrollo. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt, México).