A los jóvenes de la izquierda partidista en Sinaloa les falta audacia y autonomía. Están a la expectativa de las directrices de un movimiento político capturado por una generación que tuvo su momento cúspide hace 40 años, y que ahora gobierna el País bajo una ideología anacrónica y conservadora que no ha sabido incorporar los reclamos específicos de una sociedad global, y que además mantiene la misma lógica neoliberal en el desarrollo de las ciudades.
Así es la política en México. Mientras que a nivel nacional al Presidente López Obrador le cuesta trabajo tomar en serio toda reivindicación que hable del medio ambiente, energías renovables, derechos humanos, identidad sexual, feminismo o emprendimiento; en el ámbito regional prevalece un modelo de desarrollo especulativo, depredador y excluyente, que se pretende atenuar con simples programas de asistencia social.
El problema con la izquierda en nuestro País es que no presenció un cambio generacional al interior de sus filas partidistas. A decir verdad, la juventud del nuevo siglo estuvo muy despolitizada en comparación con una generación anterior. Al llegar el fin de las ideologías, la mayoría de los nuevos cuadros se incorporó a la militancia política por mero pragmatismo. Fue la camada del nuevo PRI, que en Sinaloa estuvo encabezada por Chuy Valdez, los “Milky Ways” y un séquito de oportunistas que creyeron que la suerte les iba a durar para siempre.
Pero al margen de la red de jóvenes del PRI, en la última década fueron apareciendo en la escena pública de Sinaloa jóvenes verdaderamente interesados en la justicia social: unos desde la sociedad civil organizada y otros desde partidos de izquierda como el PRD, el PT y luego Morena. De estas dos formas de participación, la labor de los jóvenes en la sociedad civil es la que ha tenido más impacto, sobre todo en Culiacán donde han surgido una multitud de organizaciones cívicas y activistas ciudadanos.
La intervención de los jóvenes en partidos progresistas en Sinaloa ha sido mucho más modesta, pues su liderazgo ha estado ensombrecido por personajes de antaño que esperaron pacientemente el momento en que la izquierda pudiera llegar al poder. A esta generación opacada la conforman hijos de universitarios y ex militantes del partido comunista mexicano y del mismo PRD de Cárdenas. Todos ellos desde muy chicos acompañaron a sus padres a manifestaciones callejeras y crecieron escuchando historias de corrupción y fraudes electorales.
Entre los cuadros más destacados de las juventudes de izquierda en Sinaloa figuran Sthefany Rea y Carlos Arredondo, que en 2015 participaron en las elecciones federales para representar al quinto distrito de Sinaloa. De manera particular, Arredondo ha estado involucrado en el activismo universitario, y se le reconoce su apoyo al movimiento de estudiantes rechazados de la Facultad de medicina de la UAS. Recientemente fue delegado de Relaciones Exteriores y actualmente es coordinador regional en Cobaes. Rea, por su parte, fue fundadora de Morena en Sinaloa, coordinadora de promoción y movilización en la campaña de Gubernatura de Rocha, y hoy es Subsecretaria de la Secretaría de Bienestar y Desarrollo Sustentable.
Más allá de Rea y Arredondo, son pocos los jóvenes formados en la izquierda partidista los que tienen un papel importante en la toma de decisiones de la actual administración. Pareciera que Morena desprecia su valor y el trabajo que han desplegado en todos estos años. Rocha los mantiene en cargos menores, como haciéndoles el favor de colocarlos en la nómina. En cambio designa en su Gabinete a viejos amigos en edad de retiro y hasta a quienes fueron sus adversarios políticos.
Pero estos jóvenes tampoco han sabido exigir lo que les corresponde. Mantienen un perfil bajo. No son críticos, y poco a poco se domestica su irreverencia. Pareciera que están siguiendo las mismas prácticas de ascenso paulatino que en su momento señalaron de otros partidos. De seguir esta tendencia, mi amigo Juan “Panchito” Lara sería diputado hasta 2050. No hay tiempo que perder. El País los necesita. Hay muchos temas como la militarización, el acoso a los organismos autónomos, las alianzas ilegítimas, o los megaproyectos depredadores del medio ambiente, en los que pudieran intervenir de manera inteligente para convertirse en protagonistas de una izquierda renovada. Prefieren seguir la línea, sin controversias.
Este fin de semana fue electo en segunda vuelta Gabriel Boric Font como el Presidente más joven de la República de Chile. Tiene apenas 35 años, y forma parte de una generación que ya no le tocó presenciar lo más duro de la dictadura chilena. Su carrera política comenzó como líder estudiantil durante las protestas de 2011. Luego fue diputado y más tarde participó en la creación de una coalición de partidos de izquierda que ahora gobernará el país sudamericano. Los jóvenes de Sinaloa deberían seguir su ejemplo, dar un paso al frente y tomar las riendas del futuro que les pertenece.