Las dos alianzas

    amparocasar@gmail.com
    Llama la atención lo comentado por el Presidente en la mañanera del día después. Se deslindó de los usos y costumbres del pasado diciendo que por fin la democracia estaba afianzada. Gritó a los cuatro vientos que si ‘se quiere establecer el hábito democrático se necesitan desterrar esas prácticas’. ¿Cuáles? El dedazo, la imposición, el tapado, la intimidación, el acarreo, la compra del voto, el uso electoral de programas sociales y la vergonzosa utilización del presupuesto del Gobierno. Lo que describió el Presidente fue precisamente una elección de Estado y eso fue lo que vimos en el Edomex. Una reedición recargada de cuando el PRI todavía era hegemónico, pero ya asomaba la competencia. Vaya cinismo.

    Se ha oído de todo. En un extremo que Morena y aliados ya ganaron las elecciones de 2024 y que el triunfo del Edomex lo demuestra. En el otro, que la alianza será competitiva y que la moneda está en el aire.

    Sin escatimar el triunfo de Morena y aliados en el Edomex, lo importante es lo que aprendan los polos opositores de esta elección y, en menor medida, de la de Coahuila.

    Por lo pronto, me sostengo en la tesis de que la moneda está en el aire. Claro, bajo ciertas condiciones. Nunca estorba un buen candidato(a), pero son las estructuras de movilización de los partidos, sus estrategas y la cantidad de dinero que corre bajo la mesa -mayormente a cargo del partido gobernante a nivel nacional- lo que define una elección. Reafirmo lo que escribí la semana pasada: los otros dos factores fundamentales son la participación y la unidad entre los partidos.

    Edomex es un claro ejemplo de ello. Del lado opositor a nivel local, o sea Morena y aliados, hubo una pésima candidata que prácticamente fue escondida y con señalamientos graves de corrupción; dos magníficos estrategas -Horacio Duarte e Higinio Martínez- que contaron con cuantiosos recursos públicos ilegales muy bien dirigidos (aunque oficialmente reportaron haber gastado solo 25 millones de pesos siendo que el tope de campaña era de 42 millones); una estrategia basada en las encuestas como herramienta de propaganda electoral que daba por descontado que la elección estaba ganada por márgenes imposibles de remontar y; un Presidente de la República muy popular haciendo campaña ni mas ni menos con los programas sociales: “quieres que continúen las pensiones para los adultos mayores, ya sabes por quién votar”. Dicho claramente, un presidente que violó y permitió que violaran las leyes electorales. Ayudaron sin duda al triunfo la baja participación y los puntos que sumaron PT y PVEM.

    Y aquí, un apunte. La proporción de votos del PT y PVEM que sumaron 17.5 por ciento aparecen como determinantes, pero fueron producto de un convenio de coalición para candidatura común en el que se estipulaba de antemano el porcentaje de votos que se adscribiría a cada partido.

    Llama la atención lo comentado por el Presidente en la mañanera del día después. Se deslindó de los usos y costumbres del pasado diciendo que por fin la democracia estaba afianzada. Gritó a los cuatro vientos que si “se quiere establecer el hábito democrático se necesitan desterrar esas prácticas”. ¿Cuáles? El dedazo, la imposición, el tapado, la intimidación, el acarreo, la compra del voto, el uso electoral de programas sociales y la vergonzosa utilización del presupuesto del Gobierno. Lo que describió el Presidente fue precisamente una elección de Estado y eso fue lo que vimos en el Edomex. Una reedición recargada de cuando el PRI todavía era hegemónico, pero ya asomaba la competencia. Vaya cinismo.

    Para los partidos de la alianza obradorista, las noticias no pueden ser mejores. Aprendieron que adelantarse a los tiempos electorales los beneficia, que las elecciones de Estado pagan, que la alianza beneficia a los tres coaligados y que vale la pena que el Presidente viole la legislación. Los que dicen que lo ocurrido en el Edomex no importa, andan muy errados. Una cosa es que no sean definitorias del 2024 y otra que no se puedan derivar de ellas conclusiones, por cierto, muy poco democráticas.

    Para el PRI -nacional y local- no pueden ser peores. La candidata era de ese partido, perdieron su bastión más emblemático y pasan a ser la tercera fuerza electoral -con dos gubernaturas cuyos padrones juntos apenas alcanzan el 5 por ciento de la lista nominal nacional- cuando no la cuarta, si el parámetro es la población gobernada. Su posición queda debilitada de cara a la coalición opositora rumbo al 2024. Pero, no hay que confundirse, está lejos de ser anulada.

    Su participación en la posible alianza Va por México sigue siendo tan imprescindible como antes. Así como Morena y el Presidente aprendieron ciertas lecciones, Va Por México debe aprender las propias. El PRI sigue marcando alrededor de 17 por ciento de preferencia electoral, hay 30 por ciento de mexicanos que declaran que podrían votar por ese partido y un tercer candidato equivaldría, prácticamente, a entregarle el triunfo a López Obrador. Además de la unidad habría que aprender que hace falta derrotar el abstencionismo. Y, tercero, que el tiempo es oro.

    Resulta desalentador que después de la derrota, los líderes de los tres partidos no asuman su responsabilidad y pongan sobre la mesa la conveniencia de su salida. Peor aún es que pospongan la decisión del proceso de elección de candidato(a) hasta el 26 de junio. ¿Pues que no vieron en el EdoMex y no están viendo en las encuestas hacia el 2024 los réditos que ha rendido a Morena haber adelantado la sucesión? Cada día que pasa hablando de las corcholatas, de la ventaja de Morena en las encuestas y de la alianza gobiernista, es un día menos que se habla de un(a) candidato(a) comprometido(a), entre otras cosas, con la defensa de la democracia.