Lo que ha provocado la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) en la región valenciana no debería sorprendernos. No es una catástrofe natural, no debemos subestimar la autoría, es una catástrofe humana. Muchos de estos eventos que nos empeñamos en acusar a la naturaleza de estar contra la humanidad, no son más que respuestas a la siempre insolencia y soberbia humana que se siguen empeñando en desafiar a la naturaleza y negar la existencia del cambio climático.
El panorama en la ciudad de Valencia y decenas de comunidades cercanas se ha calificado de “apocalíptico” o “dantesco”. Mucha gente sigue desaparecida, montones de coches apilados o enterrados bajo el lodo, algunos de ellos bloquean las puertas de los edificios, casas en zonas rurales aisladas y sin acceso, edificios colapsados y estacionamientos subterráneos inundados a tope como el de un centro comercial de Aldaya que tiene mil 800 cajones bajo el agua todavía sin saber si quedó gente atrapada en ellos.
Los centenares de muertos contados en la comunidad de Valencia podría haberse evitado con alertas que se guardaron las autoridades posiblemente para no afectar la economía del turismo en un fin de semana con puente que prometía mucho movimiento. Esto tiene enfurecida a la población que arremete contra todo lo que represente autoridad y que no dudaron en arrojar literalmente lodo y piedras a los reyes de España que se atrevieron a recorrer la región afectada.
La mayoría de los daños materiales también se podrían haber prevenido, o mínimamente diseminado. El desarrollo urbano modificó los recorridos naturales de los ríos y cuerpos de agua que no pierden la memoria. Además, la extensión de las ciudades es como una gran herida al territorio que nunca termina de sanar. La aridez del suelo, su deforestación y la impermeabilidad de los pavimentos contribuyen a incrementar el flujo incontrolado del agua. Esperemos que después de la tragedia y de que se resuelvan los daños mayores, Valencia aproveche para redireccionar el diseño de su ciudad y prevenga así estos episodios que sin duda cada vez serán más frecuentes y severos.
México lo ha vivido ya dos veces en la ciudad de Acapulco. Los fenómenos naturales son cada vez más inesperados. La solución es compleja. Se debe abordar en dos niveles: uno a corto plazo que ayude a prevenir y a enfrentar las diferentes situaciones que se están presentando. No sobran alertas aun y cuando no suceda nada. El otro nivel de atención, a largo plazo -aunque debe comenzar ya- implica el rediseño de las ciudades, que para muchos políticos son batallas perdidas ya que implicaría naturalizar suelo ya urbanizado. Es decir, retirar asfaltos y sembrar más árboles, así como entender y respetar el comportamiento natural del territorio.
Podemos pensar que reconstruir una ciudad está fuera de los presupuestos públicos, aunque nunca será tan costoso como el recuperar hoy la normalidad en la comunidad de Valencia. Mientras sigamos pensando que invertir en la prevención de los desastres es un gasto evitable, seguiremos contando víctimas y destinando recursos extraordinarios para la recuperación de lo que podría no haber sucedido.
No quisiera ser ave de mal agüero; pero Culiacán ya ha mostrado varias veces su vulnerabilidad y no parece preocuparnos. La depresión tropical E19 en 2018, nos sorprendió a toda la población. En aquella ocasión tuvimos varias muertes que lamentar y aunque el número de víctimas no fue tan alto como lo está siendo estos días en Valencia, los daños materiales sí fueron graves, sobre todo en la gente de más escasos recursos.
Guardando las diferencias de ambos eventos, la precipitación de aquella tormenta en Culiacán no fue tan lejana de lo que ahora pasó en Valencia. Es decir, que con un poco más de intensidad (cantidad y frecuencia de lluvia) aquella tormenta hubiese dañado a Culiacán como la DANA lo hizo con Valencia. No estamos exentos de este tipo de eventualidades. Hemos modificado suelo, ríos y arroyos infinidad de veces y cada año le ponemos más leña al asador pavimentando y deforestando a placer. Pongamos ya las barbas a remojar.
Finalmente, como fue bastante solicitado, el próximo fin de semana (9 y 10 de noviembre) impartiremos el primer Taller de Huertos Urbanos Culiacán. Será presencial y los participantes aprenderán los elementos básicos para iniciar un huerto en casa y producir con sus manos sus propios alimentos 100 por ciento orgánicos. Con estas acciones, de paso podremos ir “pintando de verde” nuestras azoteas en Culiacán. Informes en Instagram y Facebook @juancarlosrojocarrascal.
Sigamos conversando: jccarras@hotmail.com
-