La vida
y el violín

    El violín y la vida han sido comparados en incontables ocasiones; hoy nos detendremos en la conocida metáfora que utilizó el escritor español, Manuel Vicent, en su libro Una historia particular: “La vida, como el violín, sólo tiene cuatro cuerdas: naces, creces, te reproduces y mueres. Con estos mimbres se teje cada historia personal con toda una maraña de sueños y pasiones, que el tiempo macera a medias con el azar”.

    La historia del violín data de hace muchos años. Diversos autores sostienen que Andrea Amati lo creó en 1525, aunque también se habla de algunos antecedentes en otros instrumentos. Asimismo, se afirma que Claudio Monteverdi fue el primer gran violinista, nacido en Cremona, Italia, la cuna del violín; aunque, sin lugar a dudas, el violinista más famoso del mundo sería Nicolás Paganini (1782-1840), nacido en Génova y fallecido en Niza.

    El violín y la vida han sido comparados en incontables ocasiones; hoy nos detendremos en la conocida metáfora que utilizó el escritor español, Manuel Vicent, en su libro Una historia particular: “La vida, como el violín, sólo tiene cuatro cuerdas: naces, creces, te reproduces y mueres. Con estos mimbres se teje cada historia personal con toda una maraña de sueños y pasiones, que el tiempo macera a medias con el azar”.

    Fiel a su vocación de literato, agregó: “Después de rascar y rascar con el arco las cuatro cuerdas de este violín, algunos escritores extraen grandes melodías en forma de novelas y relatos llenos de personajes que proceden de su imaginación”.

    Después, con sincera humildad, prosiguió: “Por mi parte, no llego a tanto. A mí solo me gusta contar lo que he visto, lo que me ha pasado, gente que he conocido, sucesos que he presenciado, pero sin duda a la hora de escribir lo más inquietante es lo que uno tiene sumergido en la memoria, tal vez en el inconsciente bajo la tapa de la quesera, y de pronto aparece en la página en blanco como ese insecto deslumbrado en la oscuridad de la noche que uno descubre aplastado en el parabrisas al final del viaje”.

    ¿Toco a plenitud las cuatro cuerdas de mi violín? ¿Lo hago de forma mecánica o apasionadamente?

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