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La crisis económica provocada por el coronavirus ya está aquí. El consenso experto pasó de -3.9 por ciento a, por lo menos, -7 por ciento del PIB para 2020. Las ventas de autos se cayeron 65 por ciento en abril y la producción 98 por ciento. Al cierre de abril se estima una pérdida de 700 mil empleos, según la minuta más reciente del Banco de México. Ayer, Canirac nacional estimó en 30 mil el número de restaurantes cerrados que no volverán a abrir.
El IGAE del primer trimestre fue de -1.6 por ciento y la inversión ya venía en picada (-10.2 por ciento) antes de la epidemia; esa tendencia se acentuará más en estos meses de cuarentena. La confianza empresarial está en niveles históricamente bajos. Son números insólitos.
En ese contexto, el Presidente López Obrador dijo esta semana: “No habrá rescates para potentados. Si hay una quiebra de una empresa, pues que sea el empresario el que asuma la responsabilidad o los socios o los accionistas porque el Estado tiene que proteger a todos y no actuar otorgando privilegios para nadie”.
Y sobre las 68 propuestas surgidas de la Conferencia Nacional para la Recuperación Económica, recalcó: “La única cosa es que tenemos todos que aceptar lo que establece la Constitución, lo que dice el artículo 25, que existe la rectoría del estado en la búsqueda del desarrollo. No puede ningún grupo imponer su política, corresponde al Estado, al Gobierno federal.”
Mas claro no se puede. Con este Presidente el empresariado mexicano tiene certeza: no cuenten con él. Por eso coincido con Luis Carlos Ugalde en que el tema de fondo en esta coyuntura no es técnico sino político: tenemos un Presidente que entiende la economía de una manera y su visión es y será la que impere mientras gobierne.
Para el Presidente las propuestas de la sociedad civil no son parte del diálogo circular que pregona, son imposición. Y leídas así, las rechaza. En su imaginario, toda crítica constituye un ataque doloso a su proyecto, no un ejercicio de pluralidad democrática. De ahí su selectiva descalificación de la prensa y el periodismo.
Por eso empresarios y sociedad civil deben explorar y proponer pensando en la vieja máxima de que toda política es local. Buscar con alcaldes, legisladores y gobernadores el entendimiento y los acuerdos que no han encontrado en Palacio Nacional. Y que ya no encontrarán.
Es cierto que muchas de esas posiciones las ostenta Morena y que prácticamente nadie desentona de la música que toca el Presidente, pero no olvidemos que estamos en la víspera electoral y que la clase política ya encamina proyectos y precandidaturas. Ahí, en esa grieta pre-electoral cabe una oportunidad de escucha e incidencia, pero hay que usarla y aprovecharla cuanto antes para obtener resultados rápidos. En esta crisis, el tiempo es dinero y empleos.
Estoy convencido que a finales de Mayo saldremos gradualmente de la Jornada Nacional de Sana distancia, independientemente de si “aplanamos la curva” o no.
A menos que tengamos muertos en los pasillos de los hospitales (lo que ya parece improbable), dudo que el país pueda prolongar el confinamiento y el parón económico. Medio México vive al día y necesita la calle y la interacción social para sostenerse, medio México no puede pensar en el e-commerce como alternativa de sobrevivencia.
Por eso, habrá que salir y adecuarse a la nueva realidad: moverse, comprar, vender, con nuevas reglas sanitarias y de distancia social. Volver a la calle, aún con coronavirus, sin vacuna y sin tratamiento. Habrá que hacerlo muy bien porque el riesgo de rebrote es real y de acuerdo a las condiciones de contagio y hospitalarias de cada municipio, estado o región.
Urge diseñar ese regreso entre empresarios, gobiernos locales y sociedad civil. El gobierno federal ya dejó claro su plan: programas sociales, créditos a la palabra, Dos Bocas, Santa Lucía y Tren Maya. No habrá más deuda, ni prórrogas fiscales. De ahí no se va mover. Pronto sabremos si será suficiente.
Los que no caben en ese plan, y que son muchos, que asuman su responsabilidad. Así lo dijo el presidente, mientras finge que gobierna para todos.
Cita.
En marzo de 1983, en un contexto similar de crisis, “Maquío” Clouthier escribió en El Universal: “Las empresas, mis amigos, son la vida, el jugo vital de la sociedad. Cuando el gobierno es todo, deja de existir la vida”.