¿Qué tan cierta es nuestra verdad? Plantearse preguntas de esta naturaleza resultan ser tan complejas como diverso es el pensamiento de los seres humanos. Es por eso que a veces evitamos tratar temas como éste, que terminan casi siempre con respuestas que tienen que ver más con nuestras creencias y preferencias personales, el de una verdad que se acomoda más a nuestros deseos que a la realidad.
En esta discrepancia de una misma realidad que se asume entre distintas verdades, como sucede actualmente en los medios de comunicación y las redes sociales, en nuestro país, como en el mundo, la información se vuelve cada vez menos confiable debido a que se interpreta de acuerdo a un interés que pasa por encima del compromiso con la objetividad.
Entonces hablar de la verdad en la información se ha vuelto un asunto que adquiere cada vez mayor relevancia en la población, debido a que hoy vivimos tiempos en los que la verdad se relativiza constantemente en el universo del Internet y los medios de comunicación.
Si bien las noticias falsas o fake news han existido desde mucho antes de la llegada del Internet, también desde entonces han existido sectores sociales que logran sobreponerse de las mentiras aprendiendo a identificar y diferenciar el origen de la información y las intenciones del medio que comunica.
En el caso de México, con la llegada del actual Presidente y su propuesta de gobierno, la difusión de noticias falsas como herramienta para distorsionar la verdad, no sólo se ha convertido en un fenómeno cotidiano de la comunicación, sino que ha colocado a la información pública en una trama de interpretación y falsedades.
Por una parte el Ejecutivo Federal crea su propio espacio de comunicación con las conferencias matutinas, donde su intención no sólo es informar, sino también aclarar sobre noticias falsas y posicionar una defensa política de sus acciones de gobierno, por otro lado la prensa crítica al nuevo régimen, lo acusan de atacar a medios de comunicación, atentar contra la libertad de expresión y generar encono hacia los periodistas.
Este contexto mediático que se ha politizado entre los intereses que representan a la mayoría de los medios de comunicación y los intereses que representa el Gobierno de López Obrador, han puesto en un dilema público la veracidad informativa de los sucesos de relevancia que acontecen en el País.
El ejercicio del periodismo, la lucha entre la clase política, los intereses económicos y la manipulación de la información, han situado la “verdad mediática” en una disyuntiva de desconfianza para la ciudadanía. Esta situación obligó al ciudadano receptor de la información oficial y periodística, a crear sus propios filtros, que desarrolla a partir de su experiencia con las fake news y la información maquillada de los gobiernos.
Ante esta situación, han surgido esfuerzos alternativos para contrarrestar las noticias falsas, tal es el caso de los verificadores de información que la integran organizaciones especializadas en comprobar los datos que se difunden en medios de comunicación, redes sociales y aplicaciones de mensajería con el propósito de combatir la desinformación y los llamados “bulos” en España, que se refieren a una falsedad articulada de manera deliberada para que sea percibida como verdad y difundida de forma masiva por medios electrónicos.
De las recomendaciones que se difunden para contrarrestar la fake news, sobresalen los siguientes consejos: contrastar la información que recibas en redes; checar cuentas oficiales; consultar webs de periodismo especializadas en fake news; desconfiar de webs o cuentas anónimas; ante la duda, no compartir la información.
Justo ahora, como afirma el escritor y filósofo uruguayo, Robert Blatt, cuando parecía que la tecnología nos acercaba a la realización utópica de una democracia basada en información verídica y contrastada, universalmente accesible, se multiplica la máquina de fabricación de falsedades.
El daño a la confianza se acentúa, sobre todo cuando están en juego intereses políticos y económicos. Es cuando la verdad se vuelve un instrumento de discrepancia y no de encuentro, un propósito para manipular y no para comunicar. En lo que va del actual gobierno de la República, la verdad y la realidad oscilan tanto en las interpretaciones de AMLO y las mentiras de sus adversarios, como entre el discurso del Presidente y lo que se vive en las entidades y municipios.
De ahí que la experiencia del nuevo régimen, como en todo cambio social democrático en el que se mantiene la disputa política por el control de las instituciones públicas, seguirá cobrando facturas en la población más desprotegida, no sólo siendo víctimas de su realidad social, sino también de la desinformación y la demagogia.
Que aunque como dice el propio López Obrador, que el pueblo no es tonto, también es cierto que aprende lento pero también lento olvida. Por eso en la pasada elección mantuvo la mayoría para Morena y sus aliados, porque tiene presente en su pasado la historia del periodo neoliberal en México, pero también ahora, forja la memoria de su presente, el de un futuro que se anuncia desde el gobierno federal, pero que no se refleja en sus gobiernos y congresos locales.
Hasta aquí mi reflexión, los espero en este espacio el próximo martes.