El amor es el motor más potente de la tierra, y debería ser el único móvil que persiguiera la humanidad para construir su historia; sin embargo, el orgullo, odio, avaricia, soberbia y egoísmo rivalizan con el amor, como afirmó Agustín de Hipona: “Dos amores hicieron dos ciudades. El amor a sí mismo hasta el olvido de Dios hizo la ciudad terrestre; el amor a Dios hasta el olvido de sí hizo la ciudad celeste”.
La historia es pródiga al mostrar prodigiosos mensajes de amor en todas las artes, manifestaciones y expresiones del ser humano. Pero, por desgracia, también existen abundantes guerras, tragedias y ejemplos que muestran que el ser humano no se guía siempre por tan saludables criterios.
El ideal es que, como el título de una novela de Julian Barnes, el amor fuera “La única historia” (aunque la novela versa sobre el amor de un joven por una señora y madre de dos hijas que tiene más de 40 años; algo semejante a la Sra. Robinson de la que se enamoró el actor Dustin Hoffman en la película El graduado).
Barnes inicia su novela con un radical cuestionamiento: “¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? Creo que, en definitiva, esa es la única cuestión”.
Si en verdad se ama, no habría problema en responder que se prefiere amar más, aunque se sufra también más, puesto que, como testimonió Jesús: “nadie tiene mayor amor por sus amigos, que el que da la vida por ellos (Jn 15,13)”.
El filósofo Fernando Savater, al ser entrevistado por la revista española Ethic sobre la pérdida de su esposa, expresó que bien valían la pena, la tristeza y el dolor por la ausencia de ese amor.
¿Vivo y enarbolo el amor como única historia?