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Randy Pausch, quien fue profesor de Ciencias de la Computación y falleció el 25 de julio de 2008, a los 47 años víctima de cáncer de páncreas, disertó una conferencia que denominó La última lección con el propósito de motivar al auditorio, pero también para dejar un legado a sus tres pequeños hijos y a su esposa, Jai Glasgow.
La conferencia estuvo enmarcada por el optimismo y la pasión por vivir. Sabía que le quedaban pocos meses de vida, pero no se dejó vencer por el fatalismo, resentimiento o resignación: “Muy bien -dije-, así están las cosas. No podemos cambiarlas; sólo debemos decidir cómo responder ante ellas. No podemos cambiar las cartas que nos han repartido, sólo podemos tomar decisiones acerca de cómo jugaremos esa mano”.
Con matemática precisión eligió el cauce que debía tomar su charla: “Tenía muy claro que no quería que la conferencia se centrara en el cáncer... Mucha gente esperaría que la conferencia tratase sobre cómo morir. Pero tenía que tratar sobre cómo vivir”.
Pausch centró su conferencia en los sueños que cobijaron su infancia para -desde ahí- explicar las motivaciones de su vida: “Si era capaz de contar mi historia con la pasión que sentía, mi lección podría ayudar a otras personas a encontrar la manera de alcanzar sus propios sueños”.
Expresó que no se sentía agradecido por tener cáncer, pero sí agradecía recibir la noticia de su muerte por anticipado: “Además de permitirme preparar a mi familia para el futuro, esa noticia me dio la oportunidad de regresar a la Universidad Carnegie Mellon y dictar mi última lección. En esencia, me permitió abandonar el campo de juego con mis propias fuerzas.
¿Cuál sería mi última lección? ¿Aceptaría y abrazaría la adversidad? ¿Cuál sería la conclusión de mi vida?