La ubicuidad de Merary en Morena ¿Es dirigente, Diputada o candidata?
Quizá Merary Villegas Sánchez se precipitó, o quiso tomar mejor posición, al regresar a ejercer como Diputada federal en reacción a que no es tomada en cuenta para la definición de candidaturas en Sinaloa, sin embargo, ni las dirigentes de los partidos Revolucionario Institucional, Paola Gárate Valenzuela, y de Acción Nacional, Roxana Rubio Valdez, tienen participación en aprobar o rechazar las aspiraciones de quienes se apuntan para la elección del próximo año. Y esto en lugar de ser considerado bullying político debe dar motivo al razonamiento deductivo sobre los cambios en la mentalidad del poder.
La líder de Morena está obligada a modernizar la visión sobre algo que siempre ha sucedido cuando los mandatarios estatales llevan mano en bendecir o execrar a mujeres y hombres que se someterán a los designios de los votos. La única diferencia es que ahora sucede de manera más abierta que antes. Al acabar la era del presidencialismo totalitario, único tamiz por el cual pasaban todas las decisiones, se amplió el margen a los gobernadores para compartirles una rebanada, sólo una pequeña porción, de aquel absolutismo pernicioso.
Siendo Gobernador del Movimiento Regeneración Nacional, los cabecillas intelectual y operativo de este partido, Andrés Manuel López Obrador y Mario Delgado Carrillo, le conceden a Rocha Moya derecho de voz y voto, y por supuesto que también de veto, por la sencilla razón de que en 2024 iniciará la segunda mitad del sexenio y deberá pertrecharse con quienes considera lo respaldarán en la gobernabilidad sinaloense para el trecho final. Es mera estrategia frente a escenarios donde AMLO no estará en la Presidencia y para el eventual caso de que Claudia Sheinbaum fracase en tomar la estafeta del mando mexicano.
Merary y el resto de los políticos modernos deben desarrollar la imprescindible coraza ante los sentimientos que les genera el hecho de ser desplazados de la toma de decisiones. Un caso en ese sentido, por si a alguien le sirve de aliciente, es cuando Jesús Valdés Palazuelos tuvo que dejar en noviembre de 2018 la poderosa titularidad de la Secretaría de Agricultura y Ganadería del Gobierno de Sinaloa para asumir la dirigencia estatal del PRI.
Para muchos significó el último y definitivo escalón de Chuy Valdés para postularse desde allí a la Gubernatura, pero enseguida le vino el golpe más demoledor que lo desplazó de tal aspiración cuando “Alito” Moreno impuso a Mario Zamora aún contra la voluntad de Quirino Ordaz Coppel, que también apechugó el hecho de que lo anularan como factor de decisión.
En cada proceso electoral los gobernadores deciden si juegan en el ajedrez político o hacen suya la táctica del avestruz. Merary Villegas, Paola Gárate y Roxana Rubio lo saben y en dicha tesitura a ellas les corresponde sentar condiciones de base para que, según cada caso, operen lo mejor posible el Gobernador o Alejandro Moreno y Marko Cortés. Y sin tanto drama porque no es algo nuevo ni se trata de una cuestión que cambiará pronto.
La misma convocatoria de Morena para determinar las candidaturas a presidencias municipales y diputaciones locales viene exenta de controles con la invocación no explícita a que el Gobernador Rocha decida en razón de los que se registren. ¿Alguien esperaría que los a aspirantes a reelegirse de enorme colmillo político, siendo Gerardo Vargas Landeros un botón de muestra, se les deba adjuntar el instructivo de las reglas no escritas?
Claro que a la cúpula de Morena y al cálculo de sumas y restas que realiza su candidata presidencial Claudia Sheinbaum les interesa que se postulen quienes tengan posibilidad de atraer más votos y en esa lógica se les da el bastón de mando a los gobernadores de la Cuarta Transformación para que armen su propia propuesta. Igual en el Frente Amplio por México Xóchitl Gálvez les ha encargado a los liderazgos nacionales del PAN, PRI y PRD que decidan en razón de rentabilidad del sufragio, aunque aquí deberá supervisar ella misma que así se cumpla.
Por eso falta determinar si la actitud imprevista de Merary Villegas, al autocandidatearse a la Alcaldía de Culiacán cuando todavía es la dirigente de Morena en Sinaloa, y aparte resolver su regreso a la Diputación federal a la cual pidió licencia en agosto de 2022 para venir a presidir al partido de la 4T, deriva de un berrinche u obedece a una estrategia que de momento parece mal manejada para proyectarse a la Presidencia Municipal.
Con los elementos a la mano, puede ser que la maniobra le haya salido mal, puesto que Morena acaba de emitir el llamado de carácter general para que los aspirantes a candidaturas no se dejen llevar por entusiasmos desmedidos, y con dedicatoria particular insta a las dirigencia en los estados a que presenten sus solicitudes de licencias “con el fin de no incurrir en un posible conflicto de interés”, en caso de pretender aparecer en las boletas electorales.
Y Merary, con todo el derecho que tiene a buscar la postulación en Culiacán, cayó en la errática trinidad de ser al mismo tiempo Diputada, dirigente de Morena y aspirante a Alcalde.
Den por hecho los aspirantes,
Que hoy decide el que gobierna,
Igual que sucedía antes,
Pero ocultos en su caverna.
Mazatlán es tal vez el municipio de mayor grado de complejidad en lo que respecta a la definición del candidato de Morena a la Alcaldía. En el bastión sureño de la 4T está por clarificarse si el actual Alcalde, Edgar González, irá por la reelección o le abren cancha al ex priista hoy morenista Fernando Pucheta. E igualmente, siguen en la pelea la Secretaria de Turismo, Estrella Palacios, cuyos bonos futuristas crecieron por la convención de las empresas de cruceros, y Alejandro Higuera, que de diablo azul trasmutó al guinda buscando cerrar sus ciclo en la política repitiendo en el cargo que ya ocupó tres veces. Y va de nuevo: a ver qué opina de todo esto el Gobernador Rocha.