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@rodolfodiazf
“Nunca segundas partes fueron buenas”, dice un antiguo refrán. Incluso, Cervantes lo citó en el capítulo cuarto de la segunda parte de su Ingenioso Hidalgo, cuando don Quijote preguntó al bachiller Sansón Carrasco si se avizoraba una segunda parte de esta obra:
“-Y por ventura -dijo don Quijote- ¿promete el autor segunda parte?
“-Sí promete -respondió Sansón-, pero dice que no ha hallado ni sabe quién la tiene, y, así, estamos en duda si saldrá o no, y así por esto como porque algunos dicen: «Nunca segundas partes fueron buenas», y otros: «De las cosas de don Quijote bastan las escritas», se duda que no ha de haber segunda parte; aunque algunos que son más joviales que saturninos dicen: «Vengan más quijotadas, embista don Quijote y hable Sancho Panza, y sea lo que fuere, que con eso nos contentamos”.
Actualmente, esta sentencia la aplicamos, sobre todo, en el cine y la literatura para recalcar que las secuelas jamás logran igualar o superar a la obra primigenia. Sin embargo, existen relevantes excepciones. Sin demorar mucho, recordemos que la segunda parte de la trilogía de El padrino es considerada la mejor película de esa saga.
Si nos trasladamos al terreno de la vida, muchas personas idealizan la infancia y juventud. No obstante, la psicóloga argentina Elena Jabif afirmó que la vejez puede vivirse como una segunda etapa:
“Frente a la vejez hay siempre cuatro posiciones. Tres de ellas son dramáticamente tristes. La del viejo que se cree viejo, la del viejo que se cree joven y la del viejo que se cree muerto. La cuarta suena maravillosa y factible, es la del viejo que vive la segunda parte de su vida con tanto valor como la primera”.
¿Preparo mi segunda parte?