"La saliva que sí propaga el Covid-19. Callar a políticos para oír a expertos"
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Ha llegado el momento de que los políticos, de cualquier partido o jerarquía, sincronicen sus actos, palabras, intervención en redes sociales o cualquier otro comportamiento público, con la realidad de la emergencia que vive México a raíz de la llegada intimidante del coronavirus que cada día duplica el número de afectados. Desde el Presidente de México hasta el comisario de cualquier comunidad rural están obligados a ajustar sus actuaciones a la verdad científica porque cualquier mentira o desidia significaría negligencia criminal.
Son los políticos, inclusive más que las fake news, los que le añaden complejidad a un momento por sí solo difícil. El pacto por la contención del virus necesita de la alianza para la limitación al pánico que los llamados chairos y fifís difunden en las diferentes plataformas digitales, figurando entre estos muchos personajes del poder público. Qué terrible que nos divirtamos en vez de estar colocando las barreras al ras del abismo.
Cuando en México debiéramos guardar más silencio que nunca para escuchar a las voces especializadas en el tema del Covid-19, mayor ruido hacemos porque cada ciudadano, grupo gobernante, partido confrontado con otro, o camarilla mafiosa, trasmutan de la intriga palaciega a la conspiración utilitarista. Cada segundo llega un contenido que agranda la confusión sin reparar en que son instantes valiosos para cederlos a la información responsable que ayude a la adecuada toma de previsiones.
Los estridentes susurros en el territorio mexicano vuelven imperceptibles los consejos de los que sí podrían guiarnos hacia la salida. Murmullos porque el Presidente Andrés Manuel López Obrador besó la mejilla de una niña y sigue repartiendo abrazos, cuchicheos de que el Gobierno federal no hace lo que debiera en la contingencia, bisbiseos sobre la incapacidad del Subsecretario de Salud, Hugo López-Gattel, para atender la crisis sanitaria. Conjeturas en voz baja sobre curas milagrosas y medicamentos prodigios. Sonidos excesivos que quieren decretar desde la ignorancia que nuestro país es más resistente que el resto del mundo frente al virus de Wuhan.
Todos los días despertamos entre la arbitrariedad del rumor y la necesidad de verdades. En el dramático camino a la desesperación, la cual llegará si la calma social se desquicia, la proclamación de miles de mentiras envueltas en deslumbrante celofán cibernético sienta el dominio virulento por encima del certificadamente letal Covid-19, el de los 160 mil casos de contagio en 150 países y de los 3 mil 217 muertos en China, 2 mil 158 en Italia, 724 en Irán y 75 en Corea del Sur, con datos actualizados al 16 de marzo.
Unámonos, aunque la cohesión sea circunstancial, al régimen de la Cuarta Transformación porque no son precisamente días de fiesta los que se avecinan. ¿Qué nos cuesta quitarnos de encima las diferencias políticas e ir livianos a apoyarnos entre todos? Hagámoslo por México, que nos llama a librar otra batalla, lucha en la que no podríamos cargar los lastres de las ideologías, credos, memes, noticias falsas y toda cosa que nos disperse.
Otros países han concertado la intervención de políticos y sociedades para efectuar juntos las acciones que eviten que la pandemia cobre nuevas víctimas. Ciudades enteras de Italia están en cuarentena total, Haití ha cerrado sus puertas con un estricto control a todo lo que ingresa, Estados Unidos blinda puertos y terminales aéreas, Israel ha impuesto el asilamiento durante 14 días a todo visitante. Y en México nadie está de acuerdo con nadie ni con nada.
Cerremos oídos y dispositivos a los que incurren en reprochables estrategias para el uso político de la emergencia mundial. Las que menos importan, hoy, son las reyertas partidistas o las ambiciones por gobernar. Por favor, señores de las codicias: si en verdad quieren a México, cállense para que la única señal que predomine sea la de los peritos calificados y la fe puesta en ellos facilite el tránsito a la superación de la contingencia.
Que solamente se escuche la indicación de los epidemiólogos, funcionarios del Sector Salud, protección civil, órganos de atención a riesgos sanitarios, instituciones de emergencia, call centers que reciben reportes de casos sospechosos y cualquier instancia que signifique ayuda. Reírnos de todo y entre todos, si bien es tradición mexicana ante las adversidades, nada aporta para la población en riesgo, de la cual ninguno escapamos.
Empujemos, pues, el más grande acuerdo por México en la circunstancia del coronavirus. Constituye el consenso preventivo y orientativo la única vacuna de la que disponemos, creada por los mexicanos y para los mexicanos. Ya habrá espacio para la sorna y el ingenio popular cuando el coronavirus deje de ser amenaza para la salud y catarsis del miedo en la conversación pública. Ahora toca salvarnos y poner a salvo a los nuestros.
Reverso
Por hoy será obra de todos,
El poder continuar sanos,
Sin tomarnos de las manos,
Estornudando en los codos.
Confiar en Efrén Encinas
A la altura de la emergencia mundial, el Secretario de Salud estatal, Efrén Encinas Torres, se ha comportado escrupulosamente responsable sobre la situación en torno al Covid-19 en Sinaloa. Es uno de los más reconocidos operadores de la medicina puesta al servicio de los sinaloenses y hasta ayer los protocolos instruidos o supervisados por él han dado buenos resultado. Por lo tanto, debe ser la única voz del gobierno de Quirino Ordaz Coppel que les esté transmitiendo a los habitantes de la entidad el estado de cosas, las medidas a tomar y dónde acudir cuando lo requiramos. Estaremos en buenas manos, sin duda.