Es común encontrar libros de coaching o autoayuda que hablan de cómo triunfar y recorrer el camino del éxito, pero son más escasos los que insisten en que lo más importante es encontrar la ruta de la adversidad. En efecto, solamente quien se prueba en los senderos ásperos y difíciles se capacita para escalar y ascender.
Los refranes de la sabiduría popular han repetido esta verdad desde hace muchos siglos: “el que quiere azul celeste, que le cueste”, “el que porfía mata venado”. Asimismo, son muchas las frases que nos recuerdan que solamente con trabajo y constancia se consigue alcanzar el éxito, puesto que no bastan los buenos propósitos e intenciones: “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”, “no todo el que me diga Señor, Señor, entrará al Reino de los Cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial (Mt 7,21)”.
La ruta de la adversidad es espléndida palestra en la que se ejercita el alumno para probar su capacidad y resiliencia. Los contratiempos que encuentra por el camino no tienen como objetivo frenar su avance, sino probar su confianza, resistencia, perseverancia y entrega.
En ocasiones nuestro caminar se volverá lento y difícil, pero esto no se debe a las piedras del sendero; ellas están ahí para que las esquivemos o para que construyamos sobre ellas. El único riesgo estriba en que nos volvamos indecisos y torpes Sísifos que nunca concluyen su tarea.
Stephan Kaiser, un joven emprendedor venezolano, compartió cuatro elementales verdades que debemos tener siempre presentes: “Los límites no son reales, son mentales. No hay crisis, hay cambios y quien no cambia entra en crisis. La clave no es estar ocupado, es estar enfocado. Todo es solucionable”.
¿Esquivo la ruta de la adversidad? ¿Concluyo mi tarea?