Los tiempos cambiaron y con la llegada de las llamadas redes sociales el bullying cobró nuevas dimensiones. El uso, y en muchos casos el abuso de la tecnología propició la práctica de un acoso, con frecuencia anónimo, cargado de perversidad, cuyo efecto devastador ha conducido a las víctimas hasta la contemplación del suicidio como solución extrema. Y el bullying ha pasado a ser un atentado criminal

    El bullying toca a las puertas del Palacio Nacional y ese sonido, aunque diste de ser estridente, lastima la sensibilidad del huésped titular. Y se justifica que el Presidente Andrés Manuel López Obrador se sienta afectado cuando la víctima del mencionado acoso es uno de sus hijos, el que está en edad escolar.

    No se trata de una lacra nueva, pues el bullying es tan viejo como mi memoria, y seguramente se remonta muchos años atrás. Yo conocí ese achaque en la escuela primaria. Entonces quienes lo tolerábamos éramos tildados como “el puerquito”, o “la torta” de quien o quienes nos acosaban. Alguna vez me revelé con éxito y logré sacudirme al acosador, pero la realidad es que se trataba de una amenaza tolerada como un mal endémico de la etapa escolar, que se acentuaba después en forma extensiva durante las novatadas estudiantiles.

    Los tiempos cambiaron y con la llegada de las llamadas redes sociales el bullying cobró nuevas dimensiones. El uso, y en muchos casos el abuso de la tecnología propició la práctica de un acoso, con frecuencia anónimo, cargado de perversidad, cuyo efecto devastador ha conducido a las víctimas hasta la contemplación del suicidio como solución extrema. Y el bullying ha pasado a ser un atentado criminal.

    Ahora el multicitado bullying ha impactado en las fibras más sensibles del Jefe del Ejecutivo y eso detona la percepción de un posible frente contra tan lesiva práctica. La efectividad punitiva de una operación de tal naturaleza no se contempla como un objetivo fácil en vista de las circunstancias de secrecía que con frecuencia presenta el caso, pero algo deberá lograrse mediante una adecuada estrategia.

    En medio de justificadas protestas de los padres de familia se inició en Sinaloa la aplicación de la vacuna anti Covid-19 a la población infantil de cinco a 11 años de edad, y no ha sido para menos, pues el beneficio de esa medida preventiva enfrentó los riesgos que entraña la prolongada exposición al calor que los menores beneficiarios tuvieron que soportar durante tres o más horas de espera antes de ser inoculados.

    Otro aspecto que durante esa jornada inicial surgió como demanda es la necesidad de erradicar las actitudes prepotentes de quienes no respetan el orden de la fila y en cuanto llegan al recinto se interponen a la delantera en perjuicio de las personas que han esperado su turno durante horas. Con frecuencia se trata de recomendados acostumbrados a violar los derechos de los demás.

    Ante la amenaza latente de una deshidratación y hasta de un golpe de calor las autoridades de Salud en el estado dispusieron una restitución operativa al incrementar de uno a cuatro los macrocentros de vacunación, pues el primer contratiempo fue la insuficiencia del espacio de recepción, tal vez porque no se previó una demanda tan copiosa de solicitantes en el primer día, lo que determinó que durante la segunda jornada se agotara la dotación inicial del biológico. Esa respuesta refleja la aceptación que la vacuna tiene ya en los hogares sinaloenses, lo cual resulta alentador.

    Todos los extremos son malos y así lo corrobora la propuesta de Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito”, presidente del PRI, en el sentido de modificar la ley en la materia a fin de que la sociedad civil tenga acceso a la adquisición de armas de mayor calibre para que pueda protegerse contra el yugo y el creciente embate de la delincuencia.

    Es evidente que al titular priista le han pasado de noche las masacres de gente inocente que se registran en Estados Unidos como resultado de la venta indiscriminada de armas de todo calibre y que manejadas por entes irracionales se convierten en una letal amenaza, totalmente ajena al supuesto objetivo de defensa personal.

    En el extremo opuesto, ante la posición de la Iglesia católica de México, que reclama un urgente cambio de estrategia gubernamental contra el crimen, el Presidente Andrés Manuel López Obrador reprochó “con todo respeto” a los religiosos que presentaron la propuesta de cambio, que con su actitud “no siguen el ejemplo del Papa Francisco porque están muy apergollados por la oligarquía mexicana”. No hay posibilidad de cambio; tal fue la respuesta.