Las fobias ideológicas son tan dañinas que no permiten ver realidades profundas. Leo numerosas columnas y veo los dibujos de diferentes moneros donde sólo ven una esclavitud política hacia AMLO, tempestades y barrancos en el que será el primer gobierno presidencial de una mujer mexicana.
Por ejemplo, el periodista Raymundo Rivapalacio, de larga trayectoria pero que en este caso revela evidente rencor en sus opiniones, el 1 de octubre escribió que, con el fin del gobierno de López Obrador y el inicio del de Claudia Sheinbaum, “terminaba una pesadilla y empezaba otra”; al día siguiente, el 2 de octubre, comentando el discurso de la primera Presidenta en la historia de México, apuntó que no hubo “nada memorable que recordar salvo la apología a su mentor, Andrés Manuel López Obrador”.
Es evidente que Rivapalacio, como muchos otros comunicadores, está dominado por los prejuicios y las fobias, al grado de pronosticar, aún antes de que la doctora Sheinbaum asumiera el poder, que nuestro país vivirá una pesadilla, lo cual habla de un comentarista alejado de una opinión mínimamente objetiva, porque nadie puede juzgar con sensatez sin primero tener evidencias concretas de las acciones de gobierno. Y decir que no hubo nada memorable en el discurso inaugural de la Presidenta, cuando el sólo hecho de que por primera vez una mujer jura como Presidenta de México es un acontecimiento histórico, revela una ceguera periodística, misoginia, o, insisto, una inocultable fobia ideológica a una mujer que no oculta su agradecimiento y admiración a López Obrador, el hombre que la fue llevando de la mano en la política mexicana, pero que, desde el inicio, presenta acciones y estilo diferentes. Para empezar, Claudia pone el énfasis en el vital papel de las mujeres en la historia y el presente de México.
Además, habría que añadir, más allá de la admiración a López Obrador, que Claudia Sheinbaum, con gran olfato político sabe que aún necesita cobijarse con el nombre del ex Presidente porque éste terminó con una enorme aprobación popular, aún más grande que la votación, ya de por sí significativa, que obtuvo la ahora Presidenta. La doctora Sheinbaum, para la estabilidad de su gestión, necesita trasladar paulatinamente ese enorme respaldo a sus acciones, a su gobierno. Y, si lo anterior no fuera suficiente, la nueva inquilina de Palacio Nacional, sabe que cometería un suicidio político si se deslindara de la figura de López Obrador y de las políticas públicas que él dejó establecidas, aunque fue innecesario, por desmesurado, que lo nombrara “el mejor Presidente en la historia moderna de México”. Eso lo dirá el juicio de la historia. Esperemos 30 o 40 años para tener un juicio histórico más certero.
Claudia Sheinbaum no tiene por qué distanciarse ideológicamente de su mentor pero sí actuar con plena autonomía. El sólo hecho de tener una personalidad distinta, por cierto, bastante firme y fuerte, ya revela un claro estilo político diferente al de López Obrador. Veamos dos ejemplos inmediatos:
Primero: López Obrador al llegar ayer al presidium del Congreso de la Unión no saludó a la Presidenta del Poder Judicial, Norma Piña, mientras que Claudia Sheinbaum lo hizo afablemente, aunque en su discurso hiciera una severa crítica a la forma en la que actúa y está constituido ese poder en México. Segundo: López Obrador no fue a Acapulco ni antes ni después de los momentos más críticos de la devastación que provocaron los huracanes Otis y John, y la primera acción de Claudia Sheinbaum fue ir a Acapulco a coordinar las tareas de rescate. Sheinbaum Pardo muestra más flexibilidad y sensibilidad en sus decisiones políticas.
Programáticamente también hay importantes diferencias entre López Obrador y la Presidenta. La doctora Sheinbaum anuncia que promoverá el cuidado al medio ambiente, al agua y la promoción de energías limpias, algo a lo que el ex Presidente no le dio gran importancia. A su vez, la primera Presidenta de México reconoce la importancia de la inversión privada y de colocar a México como un país seguro para la relocalización de la manufactura. En temas sociales, dice la columnista de Milenio Viri Ríos, “Sheinbaum también marcó un rumbo distinto. Su agenda pone al centro la atención de la infancia temprana y el mejoramiento de la educación, la cultura y la innovación. A diferencia de Obrador, Sheinbaum tiene por meta desarrollar manufactura de alto valor, crear desarrollos tecnológicos mexicanos, e incluso implementar un proceso de digitalización sumamente ambicioso que facilite los trámites públicos”.
En temas de seguridad, para empezar, jamás habló en su discurso de inauguración, de “abrazos y no balazos”. En los trascendidos del programa de seguridad que elaboró García Harfuch, se ha dicho que busca neutralizar a los cárteles y otras redes violentas, centrándose en zonas de alta incidencia criminal y tráfico de drogas, particularmente el fentanilo, lo cual implica, sobre todo a partir de lo acontecido el 25 de julio, que pondrá especial atención a Sinaloa. En su estrategia se propone mejorar la coordinación de los integrantes del Gabinete de Seguridad Nacional, lo que va a implicar que los secretarios de Seguridad Pública de los estados tendrán que ser aprobados por el Gabinete federal en el tema.
También está en estudio la posibilidad de que constituya un Gabinete complementario o alterno de seguridad, del que formarían parte la UIF, la Procuraduría Fiscal, Pemex Logística, el SAT y, quizá, otras dependencias más.
Otro tema de gran relevancia en el tema de Seguridad Nacional será el perfeccionamiento de los centros de inteligencia e investigación donde el mando estará en manos de la Secretaría de Seguridad.
Por lo que vemos, en materia de seguridad vemos un marcado distanciamiento de la política de “abrazos, no balazos”.
Si lo anterior no es importante, si no es relevante la plena reivindicación de las mujeres en la construcción de México que hizo la doctora Claudia Sheinbaum en su discurso, confirmaríamos que continuarán las fobias y los prejuicios de muchos analistas y comunicadores cuando se hable de ella y su gobierno.
-