rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf
El ser humano nació para crear e innovar, no para ser deglutido por la parálisis de la tradición o de la costumbre. No queremos decir que las costumbres o tradiciones de un pueblo sean algo negativo, puesto que privilegian la identidad y memoria colectiva; sin embargo, muchas veces se convierten en ritos sin sustancia que maniatan en lugar de potenciar el crecimiento.
Tratando de explicarlo en otros términos, podríamos decir que así como no se puede amar por costumbre -aunque Rocío Durcal cantara: “No cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor”- tampoco se puede vivir aferrado a vetustas tradiciones sin contenido, pues hay que estar renovando el espíritu que dio origen a esa costumbre.
Quien vive el espíritu de la ley, como recomendó Jesús, no se ata a ninguna oxidada cadena que lo mantenga esclavizado en la mazmorra de la costumbre. Herman Hesse escribió un poema titulado Escalones, en el que invita a no aferrarse a nada ni a nadie, del cual entresacamos algunas ideas:
“Así como toda flor se amustia/ y toda juventud cede a la edad,/ así también florecen sucesivos los peldaños de la vida…
“Es menester que el corazón, a cada llamamiento,/ esté pronto al adiós y a comenzar de nuevo… En el fondo de cada comienzo hay un hechizo/ que nos protege y nos ayuda a vivir.
“Debemos ir serenos y alegres por la Tierra,/ atravesar espacio tras espacio, sin aferrarnos/ a ninguno cual si fuera una patria;/ el espíritu universal no quiere encadenarnos:/ quiere que nos elevemos,/ que nos ensanchemos escalón tras escalón… sólo quien está/ pronto a partir y peregrinar podrá eludir/ la parálisis que causa la costumbre”.
¿Me renuevo constantemente? ¿Vivo aferrado a personas o cosas? ¿Me maniata la costumbre?