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@rodolfodiazf
¿Quién de nosotros no ha sufrido una sensible pérdida de un familiar muy querido? Habrá otras personas que hayan perdido un empleo, su posición social, un bien preciado o alguna otra cosa que afecte de manera notable su vida.
Cuando sufrimos la pérdida, casi todos reaccionamos con dolor, frustración o resentimiento. Perder a alguien o algo muy preciado abre todos los poros de la angustia y el sufrimiento. Sin embargo, pocas veces asumimos, reflexionamos en que las pérdidas son también una oportunidad para nuestro crecimiento.
La hermana benedictina Joan Chittister, en uno de sus libros titulado “Doce momentos en la vida de toda mujer: la historia de Rut hoy”, invitó a considerar que toda pérdida constituye una puerta por donde se cuela una gran oportunidad de crecimiento y liberación.
“El libro de Rut -escribió- comienza con una tragedia. Hay tres mujeres cuyos maridos han muerto y no tienen medios de vida. Es un momento crucial en el tiempo... No hay anclas que les den estabilidad, no hay redes de seguridad que las protejan”.
Chittister precisó que lo importante es no permanecer indefinidamente estacionado en la pérdida, sino asumir y asimilar esa lección espiritual para avanzar decididos en pos de mayor perfección: “Una pérdida, cualquier clase de pérdida -ya sea el rechazo o el abandono, el divorcio o la muerte-, es una realidad gris, terrible, paralizante, que al menos al principio deja el corazón helado y aturdida la mente.
“Y, sin embargo, la pérdida, una vez que contamos con ella, una vez que la asumimos, es un regalo precioso. No, no puedo volver a ser lo que era antes, pero puedo -debo- ser algo nuevo... De hecho, la pérdida nos empuja a empezar otra vida, queramos o no.
¿Asumo y asimilo mis pérdidas como oportunidades?