En las últimas décadas, la prevalencia de enfermedades crónicas como la diabetes mellitus tipo 2 y la hipertensión arterial ha aumentado de manera alarmante en todo el mundo, siendo México, y específicamente el estado de Sinaloa, un claro reflejo de esta tendencia. Estas condiciones de salud, que están estrechamente relacionadas con factores de estilo de vida, como la dieta, el ejercicio y el manejo del estrés, han sido cada vez más aceptadas como una parte normal de la vida cotidiana. Este fenómeno de normalización no sólo minimiza la gravedad de estas enfermedades, sino que también influye en la percepción y la actitud de la población hacia la salud, promoviendo la dependencia de medicamentos en lugar de cambios en los hábitos de vida.
La diabetes mellitus tipo 2 y la hipertensión arterial son enfermedades multifactoriales, influenciadas tanto por factores genéticos como por factores ambientales y de estilo de vida. En Sinaloa, la prevalencia de estas enfermedades ha sido impulsada en gran medida por una dieta tradicional alta en grasas saturadas, azúcares y carbohidratos refinados, así como por un estilo de vida predominantemente sedentario. Estudios recientes han demostrado que más del 70 por ciento de la población adulta en Sinaloa presenta sobrepeso u obesidad, condiciones que son factores de riesgo importantes para el desarrollo de diabetes y hipertensión.
Sin embargo, más allá de las cifras y los estudios epidemiológicos, es fundamental analizar cómo la sociedad sinaloense ha llegado a normalizar la presencia de estas enfermedades en su vida cotidiana. La normalización de la diabetes y la hipertensión se manifiesta en varios niveles, desde la percepción de riesgo hasta la forma en que se abordan y manejan estas condiciones. Mucha gente tiene la creencia errónea de que estas enfermedades son una consecuencia inevitable del envejecimiento o de la genética familiar, ignorando el papel crucial que juegan los hábitos de vida en su desarrollo y progresión.
Este proceso de normalización también se refleja en la creciente dependencia de los medicamentos como solución principal para el manejo de estas enfermedades. En lugar de promover cambios en los hábitos de vida que puedan prevenir o retrasar la aparición de la diabetes y la hipertensión, la población a menudo recurre a los medicamentos como una solución rápida y fácil. Esta tendencia es preocupante porque los medicamentos, aunque efectivos para controlar los síntomas y reducir los riesgos a corto plazo, no abordan las causas subyacentes de estas enfermedades. Además, el uso prolongado de medicamentos para la diabetes y la hipertensión puede tener efectos secundarios significativos y no sustituye los beneficios a largo plazo de un estilo de vida saludable.
La obesidad, otra condición de salud crítica, también ha sido normalizada en la sociedad sinaloense, en parte debido a la aceptación cultural del sobrepeso y en parte debido a la falta de conciencia sobre sus riesgos asociados. La obesidad no solo es un factor de riesgo independiente para la diabetes y la hipertensión, sino que también contribuye a una serie de otras complicaciones de salud, como enfermedades cardiovasculares, apnea del sueño y ciertos tipos de cáncer. A pesar de esto, la obesidad a menudo se ve como una característica corporal normal o inevitable, especialmente en un entorno donde la comida es un elemento central de la vida social y familiar.
Para revertir esta tendencia de normalización, es crucial que se haga un cambio en la percepción pública sobre la diabetes, la hipertensión y la obesidad, enfatizando la importancia de la prevención y el manejo a través de hábitos de vida saludables. Esto requiere un enfoque multidisciplinario que involucre no sólo a los profesionales de la salud, sino también a los educadores, los líderes comunitarios y los medios de comunicación. Debe haber un esfuerzo concertado para educar a la población sobre los riesgos asociados con estas enfermedades y los beneficios de adoptar un estilo de vida saludable, que incluya una dieta equilibrada, ejercicio regular y manejo efectivo del estrés.
Además, es fundamental fomentar una cultura de disciplina y responsabilidad personal en relación con la salud. Adoptar hábitos saludables no es fácil y requiere un esfuerzo sostenido y consciente. En un entorno como Sinaloa, donde las influencias culturales y sociales pueden ser un obstáculo para estos cambios, es necesario que las intervenciones de salud pública sean culturalmente sensibles y estén diseñadas para empoderar a las personas para tomar decisiones informadas sobre su salud.
La normalización de la diabetes, la hipertensión y la obesidad en Sinaloa refleja una peligrosa falta de conciencia sobre la gravedad de estas enfermedades y una dependencia excesiva de los medicamentos o tratamientos quirúrgicos en lugar de los cambios en los hábitos de vida. Es imperativo que se tomen medidas para cambiar esta narrativa, promoviendo la educación, la prevención y la adopción de hábitos saludables como la base para una vida larga y saludable. Sólo a través de un enfoque integral que aborde tanto los factores individuales como los socioculturales, se podrá frenar la epidemia de enfermedades crónicas y mejorar la salud y el bienestar de la población sinaloense.