La muerte del silencio

ÉTHOS
19/03/2025 04:00
    El apabullante rumor de las calles, el ensordecedor sonido de las tiendas y las repiqueteantes llamadas de atención de todas las redes sociales impiden la calma, tranquilidad, serenidad y sosiego.

    En nuestra cultura occidental siempre se ha privilegiado el papel de la palabra sobre el del silencio; éste último se ha convertido solamente en el espacio necesario para que se geste y respire la palabra. Sin embargo, el silencio es la cuna de cualquier expresión sonora; es más, no puede existir el silencio absoluto, pues, como dijo Le Breton: ““La existencia siempre palpita”.

    En este mundo ruidoso en que vivimos se percibe una nostalgia del silencio, o como expresó Kierkegaard, se busca la “catarsis del silencio”. En efecto, vivimos en un mundo saturado por el ruido y la verborrea, de manera que el silencio se convierte en un esperado remanso que permita la reflexión e introspección. Claro, nos referimos al silencio buscado y retroalimentador, porque existen silencios forzados, represores o impuestos. O, incluso, abunda el silencio del individuo que no tiene nada que decir y prefiere recurrir al embozo cobarde del callar, para que se cumpla el fatídico pronóstico expresado por Mario Benedetti: “Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio”.

    En el extremo contrario nos encontramos con el excesivo ruido que provoca un intenso aturdimiento, de manera que no permite el silencio, la intimidad, la reflexión y la concentración. El apabullante rumor de las calles, el ensordecedor sonido de las tiendas y las repiqueteantes llamadas de atención de todas las redes sociales impiden la calma, tranquilidad, serenidad y sosiego. Como señaló Raimon Panikkar: quien no ha gustado del silencio no puede saborear la palabra.

    Es preciso conceder mayor importancia al silencio para encontrarnos con nosotros mismos o con el absoluto. Así como guardamos silencio reverencial ante la presencia de la muerte, porque no es posible pronunciar una palabra que compense la pérdida, así deberíamos lamentar también la muerte del silencio.

    ¿Lamento su pérdida?