La lucha contra el racismo tiene mil caras

    Ahora, súbanle un poquito el tono e imagínense que la xenofobia en su infinita irracionalidad no solo dirige sus odios contra los extranjeros sino contra aquellos que, aun siendo connacionales, “parecen extranjeros”. Y es precisamente ahí donde se llega al nudo donde nos enredamos siempre y es el profundo racismo ancestral de nuestra sociedad que bajo el pretexto de la “apariencia de extranjero” practica la discriminación nuestra de cada día.

    No hay expresión cultural más miserable que la xenofobia. Se trata de un odio, rechazo, desprecio y devaluación de una persona por el simple hecho de ser extranjero. No hay nada que justifique ese odio ni una razón concreta para la rivalidad o la molestia, porque para la xenofobia solo basta el hecho de señalar a alguien como extranjero para calificarle negativamente, sin siquiera conocer el rostro y menos la historia del que concentra la furia del xenófobo.

    La xenofobia, además, representa un grado extremo de ignorancia porque en el fondo, reproduce acríticamente valores ancestrales principalmente ubicados en el colonialismo cuando se impusieron visiones de mundo sobre lo deseable, lo replicable y lo descartable. Fue en ese contexto histórico cuando se sembró -e impuso-, la idea de que hay naciones ejemplares y naciones detestables por encarar precisamente lo contrario a la norma del conquistador de las cuales sus oriundos somos su representación. El hecho de que actualmente siga privando esta forma de pensar, adaptada a los tiempos modernos y aderezada de otros odios irracionales como el clasismo, generan expresiones aún más detestables como la aporofobia (rechazo a los extranjeros pobres).

    Pero no se me vayan a confundir ni creer que estoy hablando de las reacciones xenófobas que se llegan a leer o escuchar respecto a las personas migrantes que transitan por un país como México, no, me refiero a reacciones bastante más frecuentes y legalizadas donde la simple fisonomía puede ser un argumento para descalificar, atacar o detener a una persona en México, sea o no extranjera y como si eso en sí mismo fuera una condición criminal.

    Ahora, súbanle un poquito el tono e imagínense que la xenofobia en su infinita irracionalidad no solo dirige sus odios contra los extranjeros sino contra aquellos que, aun siendo connacionales, “parecen extranjeros”. Y es precisamente ahí donde se llega al nudo donde nos enredamos siempre y es el profundo racismo ancestral de nuestra sociedad que bajo el pretexto de la “apariencia de extranjero” practica la discriminación nuestra de cada día.

    Pero aquí viene la parte alentadora de esta historia, resulta que apenas hace unos días el Instituto de las Mujeres en la Migración, IMUMI y un sinnúmero de organizaciones aliadas, recibieron un fallo favorable de parte de la Suprema Corte de Justicia que después de 10 años, reconoció que en México es ilegal detener a cualquier persona fuera de los puntos de inspección migratoria autorizados de acuerdo con el artículo 11 constitucional que consagra el derecho a la libre circulación y tránsito por el territorio nacional. Se trata de un triunfo enorme, mayúsculo, porque el fallo reconoció y en su momento se dará una reparación integral a quienes fueron detenidos, inspeccionados, e incluso intimidados bajo el pretexto de que “no parecen mexicanos”.

    Entre los casos acreditados para emitir el fallo se incluyeron ejemplos de personas que fueron detenidas por su fisionomía “extranjera” y bajo el argumento de carecer de documentos de identidad fueron encarceladas e incluso algunas, deportadas de su propio país. Lo trascendente de esta decisión desde la Suprema Corte de Justicia es que este fallo siente el precedente que inhiba las prácticas arbitrarias contra las decisiones racistas que, como decía el lema de campaña con que se difundió este tema, demostraron que “la nacionalidad no se ve”, y cualquiera puede ser arbitrariamente detenido.

    Podemos decir que este fallo de la Suprema Corte de Justicia es una puerta que se abre para la defensoría contra la ilegalidad que implica la revisión o verificación sin motivo alguno y fuera de los espacios autorizados por la ley mexicana, bajo el pretexto de buscar personas migrantes. Aún más importante y de una trascendencia que aún no alcanzamos a calibrar es el hecho de que este fallo es una batalla ganada contra un tipo de xenofobia legalmente autorizada que había permitido que autoridades y agentes migratorios se atrevieran a detener de manera ilegal a población indígena y afrodescendientes, que son quienes más sufren este tipo de detenciones arbitrarias y a quienes se les cuestiona su mexicanidad. Honor a quien honor merece ya que IMUMI ganó una campaña legal que resultó no solo un triunfo de lo que se conoce como litigio estratégico en el campo de los derechos de las personas extranjeras en México, sino, sobre todo, aporta un caso de éxito contra el racismo más vil y lapidario demostrando que hay muchas formas y muchas vías desde donde se está dando esta batalla.