A finales de septiembre de 1994, José Francisco Ruiz Massieu, un político poderoso, de una trayectoria vertiginosa en el entonces poderosísimo Partido Revolucionario Institucional, fue ejecutado en su automóvil al salir de una reunión en un céntrico restaurante de la Ciudad de México. Las líneas de investigación apuntaban en principio al crimen organizado, semanas después, el giro de las investigaciones de la entonces Procuraduría General de la República dieron un nuevo rumbo y apuntaron a la ejecución con fines políticos. Un legislador de apellido Muñoz Rocha, era, según las investigaciones, el autor intelectual del crimen. En octubre, fue declarado prófugo.
La Procuraduría General de la República recurrió en 1997 a la “guía” de una vidente para la localización del fugitivo. Francisca Zetina, alias “La Paca”, fue la encargada de dar la ubicación precisa de los supuestos restos óseos pertenecientes al inculpado. La adivina, practicante del vudú y la cartomancia, tuvo una visión que le reveló la ubicación del presunto responsable del asesinato del secretario general del PRI, no paró en ello, dijo además que el “reporte del más allá” le dio a saber que el asesinato lo había concretado un “político muy pesado” y lo había hecho para ocultar pruebas que lo incriminaban directamente. Un batazo o un palazo en la cabeza.
Un año antes, el 24 de mayo de 1993 llega a bordo de un Grand Marquis blanco al Aeropuerto Internacional de Guadalajara, el polémico Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, quien minutos después de entrar en el estacionamiento de la terminal aérea murió asesinado en un supuesto enfrentamiento entre cárteles mexicanos que, “por confusión”, habrían disparado contra el sacerdote.
En vida, el muy querido Cardenal Posadas era un duro crítico contra la delincuencia, en sus homilías dominicales desde la Catedral de Guadalajara hacía duros señalamientos en el púlpito. Diversas organizaciones civiles y el propio Episcopado Mexicano tuvieron serias dudas sobre el móvil del crimen y la versión del asesinato por una “confusión”, entre otras cosas, el auto del Cardenal no tenía vidrios polarizados y vestía su inconfundible atuendo religioso en el momento del atentado, que según las investigaciones se dio a corta y mediana distancia. Fue una terrible confusión entre mafias, dijo la PGR entonces.
El 22 de diciembre de 1997, 45 indígenas tzotziles del estado de Chiapas fueron ejecutados a balazos en Chenalhó, en los altos de la entidad. La matanza se realizó en Acteal, al interior de una iglesia, la investigación del abominable crimen apuntó en un principio al ajuste de cuentas por un grupo de “paramilitares” contrarios al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Sobre los hechos la PGR inculpó a 26 indígenas que no hablaban español, todos fueron vinculados a proceso, y culpados por los homicidios de adultos, niños, mujeres y jóvenes. Doce años después, se comprobó la inocencia de los implicados, liberando a todos ellos, quedando en total impunidad el crimen de Acteal.
El caso Ayotzinapa, en donde desaparecieron 43 estudiantes normalistas es otro de esos casos en donde hubo mil teorías y conspiraciones, muchos detenidos y pocos sentenciados. De los primeros encarcelados por las órdenes de aprehensión solicitadas por la PGR, el 80 por ciento quedaó en libertad y el crimen hasta hoy sigue impune. A estos controversiales casos, sume usted el magnicidio de Colosio, la ejecución de Paco Stanley, el secuestro de Fernando Martí, el asesinato de Enrique Salinas de Gortari, el secuestro en 2010 del controvertido ex candidato presidencial Diego Fernández de Ceballos por los “misteriosos desaparecedores” un grupo de secuestradores poetas que mandaban sus peticiones de rescate en verso. En otro más de secuestradores, está el caso del montaje acreditado de la francesa Florence Cassez y la tétrica historia de Sara Aldrete y Adolfo Constanzo los “narcosatánicos”.
Los mexicanos tenemos el legítimo derecho a dudar de todo, sobre todo en temas de procuración de justicia. Nuestro corrupto sistema ha dejado desde siempre más dudas que certezas. Los casos más emblemáticos de los “escándalos mexicanos” forman parte de la cultura popular, se han escrito libros, novelas, corridos, series de televisión, películas y podcast. En este último formato y con este mismo nombre recomiendo la producción de Wondery en Spotify y Amazon Music, Escándalo Mexicano, de Carlos Puig. No sé si digan la verdad, pero al menos es una ficción audio-entretenida y documentada.
El filósofo francés René Descartes tiene una frase muy útil para nuestros tiempos: “Tenemos derecho a dudar, sobre todo en aquello en lo que ya nos han mentido”. Y sí, hoy tengo más dudas que nunca, más incertidumbres que certezas, preguntas que están ahí y seguramente no tendrán respuesta. ¿Qué pasó en Culiacán el 25 de julio de 2024? Eso yo no lo sé y no lo sabe nadie con certeza. ¿Ustedes creen que lo saben? Luego le seguimos...
-
jesusrojasriver@gmail.com