La inseguridad nocturna y su influencia en la salud circadiana de la gente de Sinaloa

    El estrés crónico afecta directamente el eje hipotalámico-hipófisis-suprarrenal (HHS), elevando la producción de cortisol, una hormona que, cuando está en niveles elevados durante la noche, interfiere con la iniciación y mantenimiento del sueño, agravando los desajustes circadianos.

    El ritmo circadiano, el reloj biológico interno que regula los ciclos de sueño y vigilia en los seres vivos, está profundamente influenciado por factores ambientales, sociales y conductuales. En Culiacán, Sinaloa, el contexto de inseguridad ha generado cambios significativos en los hábitos de vida de la población, particularmente en su exposición a la luz natural y en sus patrones de actividad, lo que repercute directamente en el funcionamiento del ritmo circadiano.

    La luz es el principal sincronizador del ritmo circadiano, actuando sobre las células ganglionares intrínsecamente fotosensibles de la retina, que envían señales al núcleo supraquiasmático (NSQ) en el hipotálamo. Este núcleo regula la producción de melatonina en la glándula pineal, hormona clave para la iniciación del sueño. En condiciones normales, la exposición a la luz natural durante el día y la oscuridad durante la noche mantienen un ciclo circadiano equilibrado. Sin embargo, la inseguridad en Culiacán ha llevado a que muchas personas reduzcan o eliminen sus actividades nocturnas al aire libre, disminuyendo así su exposición a la luz crepuscular, que es crucial para la regulación circadiana.

    La falta de actividad nocturna también se asocia con una mayor permanencia en interiores, donde la luz artificial suele ser insuficiente en intensidad o inapropiada en espectro para sincronizar el NSQ de manera efectiva. Los estudios han demostrado que niveles de iluminancia por debajo de 100 lux en interiores no son suficientes para mantener una sincronización adecuada del ritmo circadiano, mientras que la luz azul, emitida por dispositivos electrónicos como teléfonos móviles, tabletas y televisores, inhibe hasta un 50% la producción de melatonina. Además, el aumento en el uso de estos dispositivos durante las horas de la tarde y la noche, una práctica común en ambientes inseguros donde las personas buscan entretenimiento dentro de casa, expone a los individuos a esta luz azul, retrasando la conciliación del sueño y reduciendo la calidad del descanso.

    Fisiológicamente, los desajustes del ritmo circadiano tienen consecuencias amplias y graves. Múltiples estudios indican que la desincronización circadiana crónica está asociada con un aumento del riesgo de diabetes tipo 2, hipertensión y obesidad, debido a alteraciones en la secreción de insulina y el metabolismo de los lípidos. Además, se ha encontrado que esta desregulación afecta negativamente al sistema inmunológico, disminuyendo la capacidad del organismo para responder a infecciones y aumentando la inflamación sistémica. En el ámbito mental, la falta de sincronización circadiana está vinculada a trastornos como la depresión, la ansiedad y el trastorno afectivo estacional.

    En Culiacán, donde los niveles de estrés también son altos debido a la inseguridad, esta situación se agrava. El estrés crónico afecta directamente el eje hipotalámico-hipófisis-suprarrenal (HHS), elevando la producción de cortisol, una hormona que, cuando está en niveles elevados durante la noche, interfiere con la iniciación y mantenimiento del sueño, agravando los desajustes circadianos. Se ha documentado que niveles altos de cortisol nocturno reducen la duración de las etapas profundas del sueño (etapa 3 del sueño NREM), fundamentales para la recuperación física y cognitiva.

    El impacto social también es relevante. Las interacciones sociales son otro sincronizador secundario del ritmo circadiano. La reducción de actividades comunitarias nocturnas en Culiacán limita estas interacciones, contribuyendo a un estilo de vida más sedentario y aislado. La falta de interacción social no solo afecta la salud mental, sino también el sistema circadiano, ya que la ausencia de actividad física y social durante el día puede alterar los ciclos de vigilia-sueño. Además, la disminución en la exposición a entornos naturales, como parques y áreas verdes, reduce la producción de serotonina, un neurotransmisor precursor de la melatonina.

    La inseguridad en Culiacán ha alterado significativamente los patrones de vida de sus habitantes, repercutiendo en su ritmo circadiano a través de la reducción de actividades al aire libre, el aumento en la exposición a luz artificial inapropiada y el incremento en los niveles de estrés. Estas modificaciones tienen implicaciones fisiológicas y sociales que podrían contribuir al desarrollo de trastornos del sueño y otros problemas de salud. Abordar estas cuestiones requiere estrategias integrales que incluyan educación sobre higiene del sueño, diseño de entornos urbanos más seguros, políticas públicas para fomentar el acceso a la luz natural y la promoción de hábitos saludables para mitigar los efectos negativos de la inseguridad en la salud circadiana de la población. Asimismo, la implementación de campañas de concienciación sobre el uso adecuado de dispositivos electrónicos podría ser una medida clave para prevenir trastornos asociados al desequilibrio circadiano.