Aunque pareciera que muchas ideas y noticias sobre el cambio climático y sus consecuencias se repiten una y otra vez, hay que considerar que los efectos mundiales, nacionales y locales de la contaminación ambiental, del calentamiento global y de los inusuales desastres naturales, debieran obligar a gobiernos, organizaciones sociales y ciudadanos todos, a prestar una mayor atención y actuar en consecuencia para detener o atenuar estos fenómenos, pues de lo contrario se antoja realmente suicida.
Ya el Secretario General de la ONU António Guterres, en una dramática declaración con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, publicada por El Universal el 6 de Junio, expuso que “Los humanos representamos el mismo ‘peligro’ para el planeta que ‘el meteorito que exterminó a los dinosaurios’”. En el tema del clima no somos los dinosaurios (las víctimas), somos el meteorito. No solo estamos en peligro, somos “el peligro”, todo ello refiriéndose a la información del Observatorio Europeo “Copernicus” de que mayo de 2024 fue el mes más caluroso registrado en la historia, es decir que “... el mundo lleva un año batiendo récords mensuales”.
La Organización Meteorológica Mundial en la voz de su Subsecretaria Ko Barrett en conferencia de prensa en Ginebra declaró, “... el objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura global en 1.5 grados Celsius “pende de un hilo. No está muerto todavía, pero pende de un hilo”, lo cual fue confirmado por António Guterres de que “... el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París (2015) está “colgando de un hilo”.
La misma Organización Meteorológica Mundial (OMM), citada por Francisco Estrada Porrúa, Investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM expuso, “Los indicadores del cambio climático se han disparado como nunca”: las emisiones de CO2, metano y otros gases de efecto invernadero, el aumento de la temperatura y del nivel del mar, la acidificación de los océanos, la disminución de la capa de hielo de la Antártida, el derretimiento de los glaciares, los inusuales y catastróficos desastres naturales, etc. (ya se tiene el primer pueblo en Panamá cuyos habitantes tuvieron que abandonar mudándose en masa a tierra firme, dejando sus casas inundadas ante el aumento del nivel del mar).
Se debe reconocer que “la principal causa del cambio climático es la ingente cantidad de gases de efecto invernadero que los humanos ponemos en la atmósfera”, ante la cual António Guterres de la ONU propone gravar las ganancias de la industria fósil para financiar la lucha contra el calentamiento global pues “... el caos climático costaría al menos 38 mil millones de dólares de aquí a 2050”. Se estima que “las emisiones mundiales deben disminuir un 9 por ciento anual hasta 2030 para que el límite de 1.5 grados Celsius no se supere”.
El Instituto de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM publicó un reporte con la primera estimación del promedio del calentamiento en México, que ha sido de 1.7°C, mientras que a nivel global ha fluctuado entre 1.1 y 1.2 grados Celsius y se ha sufrido un año 2023 como el año más seco y un 2022 con las mayores emisiones de CO2 en la historia de México.
Pemex aparece como la empresa petrolera líder en emisiones de metano pues en 2022 tuvo emisiones por 780 mil toneladas de metano, muy superiores a las que recibió este régimen en 2018 por casi 186 mil toneladas. Al comparar estas cifras con las de Exxon, por ejemplo, en 2022 emitió 140 mil toneladas o sea que Pemex emitió 4.5 veces más, aunque Exxon produce mucho más petróleo. Viviana Patiño, investigadora de México Evalúa, expuso que “el caso del metano es especial porque es básicamente gas natural, que al liberarse atrapa 83 veces más calor en la atmósfera que el CO2”.
Una de las soluciones para descarbonizar la atmósfera es la transición energética, pasando del consumo de combustibles fósiles al consumo de energía limpia, pero, en esto, según el Índice de Transición Energética del Foro Económico Mundial, este sexenio retrocedimos al ocupar el lugar 57 entre 120 naciones, respecto al lugar 41 que se tuvo en 2018. Este ranking evalúa el desempeño del sistema energético del país, incluyendo la adopción de fuentes de energía limpias (publicado por Reforma el 6 de junio). Brasil en cambio está en un lugar 12 y otros 7 países sudamericanos nos superan en transición energética; es decir, que seguimos retrocediendo.
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