El progreso tecnológico ha traído muchas ventajas y facilitado la información y comunicación; sin embargo, a pesar de sus bondades, constituye también un obstáculo para el auténtico encuentro, diálogo e interacción, como subrayó el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien es profesor de la Universidad de las Artes de Berlín:
“Hoy corremos detrás de la información sin alcanzar un saber. Tomamos nota de todo sin obtener un conocimiento. Viajamos a todas partes sin adquirir una experiencia. Nos comunicamos continuamente sin participar en una comunidad. Almacenamos grandes cantidades de datos sin recuerdos que conservar. Acumulamos amigos y seguidores sin encontrarnos con el otro. La información crea así una forma de vida sin permanencia y duración”.
El pensador oriental calificó este desarrollo como una droga que nos atrapa en sus redes, sin dar oportunidad para reaccionar y cuestionar: “Somos demasiado dependientes de la droga digital, y vivimos aturdidos por la fiebre de la comunicación, de modo que no hay ningún “Basta”, ninguna voz de resistencia”.
Continuando con la comparación, resaltó que el torrente de información se permea con un anzuelo que ofrece una carnada insustancial: “La información falsea los acontecimientos. Se nutre del estímulo de la sorpresa. Pero el estímulo no dura mucho. Rápidamente se crea la necesidad de nuevos estímulos. Nos acostumbramos a percibir la realidad como fuente de estímulos, de sorpresas. Como cazadores de información, nos volvemos ciegos para las cosas silenciosas, discretas, incluidas las habituales, las menudas o las comunes, que no nos estimulan, pero nos anclan en el ser”.
Chul Han remarcó que se pierde interioridad: “El desastre de la comunicación digital proviene del hecho de que no tenemos tiempo para cerrar los ojos. Los ojos se ven forzados a una continua voracidad. Pierden el silencio, la atención profunda”.
¿Me subyuga la droga digital?