La doble vulnerabilidad de las mujeres y niñas migrantes: violencia de género en contextos de movilidad humana
“Me metí en medio de la estación del tren, ahí estaban varios vagones parados. De repente salieron dos hombres de los vagones y uno me agarró, me quiso violar. Fue el momento más triste de mi vida. Yo lloraba, les decía que no me hicieran daño”.
Así se ve la realidad de miles de mujeres y niñas que huyen de su país para buscar una mejor vida. Durante su camino se encuentran expuestas a diferentes violaciones a sus derechos humanos. En este sentido, disminuir los peligros a los que se enfrentan las mujeres, niñas y adolescentes y proteger sus derechos es responsabilidad del Estado mexicano.
En el Continente Americano hay 73.5 millones de personas migrantes y 22.1 millones de sujetos de protección internacional, de las cuales 46 por ciento son mujeres y niñas, de acuerdo con ONU Mujeres. Durante su paso por México, el 70 por ciento de las mujeres y niñas son testigo de situaciones de explotación, violencia sexual y trata de personas. El responsable de Médicos Sin Fronteras, Karolix Zambrano, reportó que durante el primer semestre de 2023 al menos 70 mujeres fueron atendidas en Tapachula por abuso sexual. Estas cifras son alarmantes y exponen la vulnerabilidad que vive este grupo de personas en México, en primer lugar por ser personas migrantes, y en segundo, por ser mujeres y niñas. Además, esta vulnerabilidad puede verse agravada por la etnia, lengua, nivel socioeconómico y educativo, su orientación sexual y su identidad de género.
En contextos de movilidad, la probabilidad de sufrir violencia de género es alta, impactando de forma desproporcionada a mujeres, niñas y personas LGBTIQ+. La ausencia de intervención institucional a lo largo de las rutas migratorias amplifica este riesgo, dejándolas expuestas a la violencia sexual, violencia física, desaparición forzada, trata de personas, secuestro, extorsión, explotación, actividades ilícitas vinculadas al crimen organizado, entre otras. A pesar de la evidente feminización de la migración, persiste la invisibilización de las mujeres como sujetas activas en los procesos migratorios. Esto se basa en prejuicios, normas y prácticas que perpetúan la subordinación femenina y la discriminación. Esta situación, cada vez más crítica, nos lleva a cuestionar el papel del Estado mexicano, y si en realidad está cumpliendo con sus obligaciones internacionales respecto a la migración y a los derechos humanos de las personas migrantes.
Aún queda un largo camino por recorrer en materia de movilidad humana. Por tanto, hacemos un llamado al Estado mexicano a reconocer las dinámicas de género y su impacto directo en las personas migrantes. Solo así, se podrá proteger de manera efectiva los derechos de todas las niñas y mujeres migrantes.
* La autora Tamara Escartín es internacionalista voluntaria en el área de incidencia de Sin Fronteras.