Según he visto y escuchado en los medios de comunicación, el reality show llamado La casa de los famosos, alcanzó un éxito increíble en la televisión y a lo largo de un poco más de dos meses, mantuvo expectantes a los televidentes que lo siguieron, muchos de ellos, por varias horas al día, de tal suerte, que algunos expertos en la medición de programas televisivos comerciales, aseguran que tuvo un promedio diario de cinco millones de televidentes, alcanzando ocasionalmente, hasta siete millones de telespectadores.
Sin lugar a dudas el equipo productor del exitoso espectáculo, en el que por cierto, participó el creativo mazatleco Ocean Rodríguez, logró cumplir con sus propósitos de ofrecer un buen producto comercial a los espectadores, conformado por gente que encuentra en este tipo de entretenimiento, una vía de evasión de la difícil realidad que vive el país con el avance galopante de la delincuencia, el sufrimiento por las carencias e ineficiencias del sector salud, y por supuesto, hartos del quehacer de los partidos.
Son personas que conforman un segmento poblacional desprendido del capital social de nuestro país, para el cual, se apagó la flama de la esperanza de un mejor futuro. Son los indiferentes a los que les da lo mismo que gobierne Chana que Juana.
También es de comentar la reacción de centenas de los seguidores del citado programa al conocer el nombre del ganador del reality, quienes, tal y como se acostumbra en la celebración de los triunfos deportivos de la Selección Mexicana del Futbol, se reunieron en torno al icónico punto del Ángel de la Independencia, para vitorear a Wendy Guevara, la mujer transgénero que resultó la ganadora. Dicen que solo en México.
Y también, solo en México la frecuencia con la que se presentan desapariciones forzadas de personas es alarmante, de tal suerte, que desde el año 1964 a la fecha, según informes de las propias autoridades federales, suman más de 100 mil desaparecidos, de los cuales, alrededor del 40 por ciento han ocurrido durante la presente administración federal y estamos hablando de los hechos que son denunciados, es decir, no se contabilizan los casos que no llegan al registro judicial por falta del impulso correspondiente, ni todos alcanzan la difusión del caso de los 43 de Ayotzinapa, que a ocho años de ocurrido, se bambolea en la impunidad.
En las cuentas de Facebook es situación ordinaria ver a diario, solicitudes de apoyo para que se compartan fotografías de personas desaparecidas, la mayoría de ellas, jóvenes. Escalofriante.
Hace cosa de unos días, una quinteta de jóvenes jaliscienses fue “levantada” en la ciudad de Lagos de Moreno. Los chicos se enfilaron hacia la tierra que vio nacer al escritor Mariano Azuela, en búsqueda de fiesta, y en lugar de ello, desaparecieron y todo parece indicar que les arrebataron la vida. Gracias a las redes sociales, este caso de Lagos de Moreno alcanzó notoriedad y la respuesta de las autoridades, es la clásica de que se está trabajando intensamente en ello y que se llegará hasta las últimas consecuencias para detener a los culpables.
Debido a la visibilidad del caso, el tema llegó hasta el púlpito presidencial de las conferencias diarias y cuando cuestionaron al Presidente acerca del caso, tuvo una respuesta inesperada y totalmente irresponsable. El Presidente hizo gestos de no escuchar, mientras contaba un chistorete a manera de eludir los cuestionamientos de los reporteros que pretendían conseguir la opinión presidencial sobre el caso de Lagos de Moreno.
La de López Obrador, fue una reacción similar a la de Carlos Salinas de Gortari, quien, como contestación a los abucheos que le dirigieron los perredistas al concluir la rendición de su sexto informe de gobierno, respondió con un “ni los oigo ni los veo” frase que de manera frecuente el Presidente López Obrador, literalmente utiliza cuando se le cuestiona sobre su hasta ahora fracasado plan de seguridad. ¡Buenos días!