La más reciente Conferencia de las Partes contra el cambio climático (COP28) terminó en Dubai con un acuerdo histórico para poner fin a los combustibles fósiles. Pero que nadie se confunda, se trata apenas de un cambio tímido en el lenguaje, ya que en los hechos nos deja el trabajo más importante para hacer en casa: trabajar en acciones concretas para acabar con la economía fósil que calienta la atmósfera y amenaza la vida.
Es cierto que la inclusión de las palabras “combustibles fósiles” en el texto final de Dubai es un hito de las negociaciones y rompe una racha de 30 años en los que la comunidad internacional había sido incapaz de lo más mínimo: nombrar al principal responsable de la crisis climática. Sin embargo, conformarse con esto es faltarle al respeto a miles de millones alrededor del mundo que no están dispuestos a regatear su futuro y demandan un lenguaje ambicioso con medidas bien definidas para hacerlo realidad.
Vaso medio vacío y vaso medio lleno
Viendo el vaso medio vacío, los petroestados -como Arabia Saudita- se volvieron a salir con la suya y se interpusieron entre un consenso internacional cada vez más sólido y la sentencia de muerte de la economía fósil. Volvieron a comprar tiempo, que para ellos se traduce en vida artificial para sus economías petroleras, mientras que para el resto del mundo significa menos margen de maniobra ante los peores efectos de la crisis climática.
Pero si vemos el vaso medio lleno, los combustibles fósiles han recibido un repudio internacional unánime -recordemos que las decisiones en las COP se adoptan por consenso- en tierras petroleras y en un proceso organizado por petroleros. Después de esta derrota en uno de sus principales bastiones, el desarrollismo fósil sale herido de muerte al enfrentar batallas cada vez más difíciles en el resto del mundo.
¿Las COP no sirven para nada?
Una buena parte de los asistentes y testigos de las negociaciones en Dubai regresaron a casa frustrados por no haber conseguido ni siquiera lo que consideraban una victoria nominal mínima. En lugar de un documento que invitara a una “transitar alejándose” (transition away, en el texto final en inglés), exigían una redacción llamando a la “eliminación progresiva” (phase out) de los combustibles fósiles.
Además, el documento ni siquiera marca plazos de tiempo ambiciosos más allá del icónico año 2050, y deja abierta la puerta a “combustibles de transición” como el gas natural y a otras medidas en las que se podrían refugiar los beneficiarios del status quo.
Esta decepción llevó a distintos actores a repudiar una vez más las COP y a cuestionar tanto su operación como su existencia. “Si por mi fuera, las COP ya deberían estar prohibidas”, escuché decir en público a una intelectual indígena. Pero las negociaciones sirven solamente para lo que sirven, así que es inútil esperar peras del olmo. Para todo lo demás, tenemos que inventarnos nuevos caminos y llenar los huecos que dejan las COP.
“En lugar de buscar esperanza, empezar a crearla”
En los días posteriores a la cumbre, la activista climática Greta Thunberg ancló en su perfil de Twitter una nota que escribió en noviembre de 2021, al finalizar la COP26 en Glasgow:
“La gente en el poder no necesita conferencias, tratados o acuerdos para empezar a tomar verdadera acción climática. Pueden empezar hoy. Cuando suficiente gente se junta entonces el cambio ocurre y podemos conseguir casi cualquier cosa. Así que en lugar de buscar esperanza, empezar a crearla”.
El espíritu de este mensaje ha sido replicado en estos días por todo tipo de personas y organizaciones interesadas en acabar con el paradigma fósil y salvar al planeta de un colapso aún más profundo. La organización Greenpeace expresó: “no es el acuerdo histórico que esperábamos, pero aún podemos trabajar en la eliminación progresiva de los combustibles fósiles”.
En tanto, el editor de ambiente del diario británico The Guardian, Damian Carrington, aseguró que “las COP seguirán con su trabajo basado en consensos, lento pero esencial, pero la buena noticia es que hay muchas otras formas” de terminar con la hegemonía de los combustibles fósiles sobre los sistemas que sostienen la vida.
Estas otras formas incluyen relaciones comerciales bilaterales, consumidores más exigentes, ciudadanías políticamente activas, manifestaciones creativas, líderes políticos ambiciosos, empresarios visionarios, solo por mencionar algunas.
A fin de cuentas, las COP son solo un momento (un pretexto, si se quiere) para hablar de un reto existencial que nos acompaña siempre. La verdadera discusión rebasa las cumbres, y ahora mismo hay científicos, activistas, intelectuales, políticos y un sinfín de actores del lado correcto de la historia que trabajan por mantener el dedo en el renglón. “A quienes se opusieron a una referencia clara a la eliminación (phase out) de los combustibles fósiles en el texto de la COP28, les quiero decir que esta salida es inevitable les guste o no. Esperemos que no llegue muy tarde”, indicó tras la COP28 el secretario general de la ONU, António Guterres.
La elección del 2024, más importante que las COP
Más allá del limitado papel del gobierno mexicano en las COP, la batalla climática más importante para México ya comenzó y tendrá su momento estelar el próximo 02 de junio del 2024. Las elecciones de esta fecha renovarán la presidencia del país, así como nueve gubernaturas, el congreso federal y una buena parte de los congresos estatales, además de alcaldías, ayuntamientos y juntas municipales.
Ante tantos cambios, es fundamental que los nuevos funcionarios públicos tengan claridad sobre el reto climático y cuenten en su agenda con medidas serias, consultadas y respaldadas por la ciencia y la ciudadanía. Ante la inminencia de los peores puntos de inflexión del cambio climático, y la gravedad actual de fenómenos climáticos extremos, México no se puede permitir otro ciclo electoral sin tener la agenda climática entre sus prioridades.
Las candidatas a la presidencia de México, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, ya empezaron a presumir sus méritos ambientalistas y climáticos para sumar puntos políticos. Pero sus filiaciones ideológicas amenazan con reducir el debate a una nueva polarización partidista en lugar de buscar soluciones de fondo a los problemas complejos.
Quedará en las y los mexicanos hacerles saber a ella y a cualquier otra persona que aspire a un puesto de representación popular en este país que no estamos para poses politiqueras, propuestas fantasiosas o palmaditas en la espalda. Necesitamos dejarles claro que necesitamos soluciones serias, compromisos políticos duraderos y trabajar en unidad con la genuina disposición de salvar la casa común, el único país y planeta que tenemos.
El sexenio 2024-2030 será el último en que podremos hacer algo antes de que el termómetro global alcance 1.5 grados de calentamiento, el plazo fatal que ha marcado la ciencia. Como mexicanos nos jugamos el futuro climático y nuestras posibilidades de vida en estas elecciones. Como nunca, la elección de junio de 2024 será un referéndum nacional contra la crisis climática.
* El autor Juan Mayorga (@JuanPMayorga) es periodista especializado en asuntos ambientales.