La búsqueda infinita de Martha Murillo. Madres de desaparecidos siempre vivas
Doña Martha Murillo de Gaxiola se fue sin conocer el paradero de su hijo y sin perdonar a quienes se lo arrebataron en la guerra sucia de los setentas. Solamente los perdonaría, dijo, si se lo regresaban con vida, ilusión que mantuvo durante más de cuatro décadas en las que vio pasar la indiferencia de gobiernos, la ineptitud de fiscalías y la crueldad del tiempo que nunca le trajo a Óscar César Gaxiola Murillo, uno de los 43 desaparecidos políticos sinaloenses que son la herida que jamás ha de sanar.
¿Adónde van las madres con hijos desaparecidos? Quizás a seguir buscando cuando se desprenden de lo terrenal y trascienden al más allá llevando el pendiente de localizar a sus retoños. La lucha de los deudos de la guerra sucia es atemporal; el cansancio no es posible ni la muerte puede ser el final del peregrinar que acabaría únicamente con volver a tener a los hijos junto a ellas.
La represión militar y política que comenzó en México en los años 70 dispersó por todo el territorio nacional injusticias, impunidades, complicidades víctimas y familias en la desesperación. El terrorismo de Estado, por el que nadie ha pagado y todos somos víctimas, dejó secuelas de dolor, tragedias e ignominias que siguen en la memoria social a manera de rastro pintado con sangre para que jamás olvidemos ni permitamos que las armas oficiales apunten y disparen contra el pueblo pacífico.
Martha Murillo entregó su vida a la encomienda de encontrar a su hijo y en tal pelea protegió también a futuras víctimas del autoritarismo que podría ser cualquier sinaloense. El domingo 18 de junio dejó de existir en Culiacán, pero no dejó de permanecer ni de esgrimir la manta con las fotos de desaparecidos. Esas mujeres siempre estarán aquí, igual que los gritos de “¿dónde están?” y “desaparecidos ¡presentación!”
Óscar César fue preso político en Culiacán siendo estudiante de la Universidad Autónoma de Sinaloa y de naturaleza rebelde frente a los excesos del sistema político. Para trasponer el ambiente de represión se fue a estudiar medicina a Morelia y allá desapareció el 9 de marzo de 1978. Los que fueron por él y jamás lo trajeron de vuelta ignoraron el “vivo se los llevaron, vivos los queremos”.
Este tipo de trayectorias donde la brutalidad le cambia el curso al destino deben quedar en la evocación generalizada porque el olvido sería mayor infamia que el atropello en sí. Levantarse de las consecuencias de la llamada guerra sucia y sostenerse de pie en el reclamo de que el daño sea reparado es cosa de mujeres valientes, cuya fuerza viene del amor maternal que es capaz de resistirlo todo. La búsqueda persistente a la que se le ofrenda la vida entera.
Murillo de Gaxiola lo hizo con igual fuerza a la de doña María de Jesús Caldera de Barrón, que encaró a varios presidentes del País exigiéndoles presentar a su hijo, así como los de las otras madres cuyas consignas permanecen tatuadas en plazas, calles, oficinas públicas, giras presidenciales y cuarteles militares. Cuando el 10 de junio de 1976, a causa de la intolerancia del régimen federal desapareció José Barrón Caldera, ella decidió ser guerrera a favor de los derechos humanos y así murió el 15 de junio de 2006, en ese frente de batalla.
Pero el Estado mexicano si no sabe brindar justicia pide perdón como forma de desagravio. Otra sinaloense víctima de la guerra sucia es Martha Camacho Loaiza a quien el 19 de agosto de 1977 le convirtieron la vida en pesadilla al ser arrestada por soldados que la señalaron de ser parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre, un movimiento que combatía los abusos del poder público. Torturada durante 49 días presenció el asesinato de su esposo José Manuel Alapizco en las instalaciones de la Novena Zona Militar en Culiacán. El 23 de septiembre de 2019 recibió la petición oficial de disculpas mientras los criminales siguen libres e impunes.
Muchas madres han fallecido sin saber dónde están sus desaparecidos políticos. Al unirse a ellas Martha Murillo de Gaxiola crece la deuda histórica del gobierno porque se marchan con los regazos vacíos, el alma rota y los ojos ya sin lágrimas. Cuando parten a otra dimensión de la lucha por hallar a sus hijos, remarcan la indolencia de muchos gobiernos, tantos funcionarios públicos que son cómplices por acción u omisión e innumerables ocasiones en que vez de respuestas les dieron simulación.
La actual y las siguientes generaciones tendríamos que conocer y conservar estas historias para que no se vayan junto a las madres con hijos desaparecidos ya muertas. No olvidar como condición indispensable para cerrarle el paso a la prepotencia gubernamental elevada a la enésima potencia: el tormento, el disparo y las desgracias contra familias que merecen legalidad, respeto y libertad.
No la procuren en el cielo,
Ni la consideren entre los idos;
Sigue aquí, dando consuelo,
A las madres de desaparecidos.
Orgullo de la tierra del aguachile y la tambora, las mujeres sinaloenses brillan en todos los ámbitos del quehacer humano. Tatiana Clouthier, Secretaria de Economía del Gobierno Federal; la taekuandoína María del Rosario Espinoza y la astronauta Carmen Félix aparecen en la lista de las 100 mujeres más poderosas de México, publicada por la revista Forbes. Honor a quien honor merece, son tres muestras de la fuerza femenina que sobresale como un brillo de esperanza hacia una mejor propuesta.