La brecha estética: Cómo los ricos roban la belleza a los pobres
Si usted está leyendo este artículo, lo más probable es que pertenezca a una clase social media o media-alta. Seguramente usted interactúa con otras personas de su misma clase, esto es, sus vecinos, sus amigos, compañeros de trabajo, su novia o novio, es de su misma condición socioeconómica.
En los lugares que frecuenta; sean plazas comerciales, restaurantes, gimnasios, o cualquier otro centro de reunión, observa otras personas más o menos de su mismo nivel económico.
Esto es porque en pocas ocasiones miembros de clases sociales distintas socializan y mucho menos, se emparejan.
Estas “distancias” económicas generan profundas desigualdades en muchos aspectos de nuestra vida diaria.
Tal vez usted ha escuchado o leído sobre el término de “brecha salarial”, o sobre la “brecha de género”; estos términos se refieren a la diferencia en el ingreso que existe entre personas de distintas clases sociales, o entre hombres y mujeres, debido a condiciones estructurales y patriarcales.
En las ciencias sociales también se habla de la brecha digital, que se refiere a la diferencia en el acceso a las tecnologías de la información y la comunicación entre grupos económicamente asimétricos (por eso sé que usted tiene acceso a este medio de comunicación).
Pero en esta ocasión me referiré a un término relativamente nuevo, y es el de la “brecha estética”, el cual está íntimamente ligado a la condición económica. Este se refiere al diferencial que existe en cuanto a la belleza entre miembros de distintas clases sociales, en la que los ricos suponen ser más atractivos físicamente que los pobres.
Podríamos decir que la belleza física es subjetiva, que ésta depende del ojo observador, pero los medios de comunicación masiva, como la televisión, el internet y las redes sociales, se han encargado de dictarnos lo que se considera una persona guapa, o guapo. Por lo general, se trata de hombres y mujeres atléticas, altas, con rostro estilizado y simétrico, de piel clara y tersa, con el cabello bien cuidado, y una dentadura blanca y alineada.
Pues bien, ¿se ha dado cuenta usted de que en las zonas más privilegiadas de su ciudad abundan las personas guapas, y en los barrios pobres no?
Le invito a que observe la apariencia de hombres y mujeres en distintos contextos sociales y se dará cuenta de que efectivamente existe una correlación entre la condición económica y la apariencia física.
Al visitar una zona comercial de lujo se percatará de que es común ver a personas muy atractivas paseando. Si usted gusta de hacer ejercicio y visita algún gimnasio exclusivo, se dará cuenta de que sus suscriptores son en su mayoría personas con el mismo perfil. En los restaurantes y centros nocturnos sucede lo mismo. Hasta en las universidades públicas y privadas se puede apreciar esta brecha estética. Al parecer este fenómeno se hereda y se reproduce, pues incluso en los colegios privados y públicos, las niñas y niños son de distinta apariencia.
Podría darle por lo menos dos explicaciones a este fenómeno. Una, sin duda, es el diferencial que existe en cuanto al acceso económico para tratamientos cosméticos, cirugías, maquillajes, ropas finas, etcétera. El tener un ingreso alto, también permite tener una buena alimentación, evitando la comida rápida y privilegiando los alimentos ricos en nutrientes. Incluso el tener un ingreso holgado permite el acceso a instalaciones deportivas o gimnasios.
La otra explicación es de corte evolutivo. Desde este punto de vista, los seres humanos (como muchos otros animales) buscan relacionarse con otros que garanticen buenos genes y una sana reproducción. Y dado que la belleza se relaciona con la fertilidad y buena salud,
los individuos más sanos y fuertes se emparejan con otros de la misma condición,
generando un círculo virtuoso.
Desde este enfoque, cuando una persona atractiva nace en un entorno humilde, podrá escalar socialmente relacionándose con hombres o mujeres de mayor nivel económico.
Supongamos a una niña que, por accidente genético, es muy bonita, pero nace en un barrio pobre. Es la más bonita de su barrio y la más bonita de su escuela. Como es tan bonita, ya de adulta atrae hombres como si fueran moscas, y por lo tanto se da el lujo de escoger al mejor postor; al hombre más exitoso, rico e inteligente.
Por su belleza, es muy probable que aquella niña salga del entorno humilde en el que nació.
Y no sólo saldrá ella, sino que sus hijos que también serán bonitos, nacerán y crecerán en otro entorno económico más elevado.
Así es como los ricos se roban la belleza de los pobres y la brecha estética se amplía cada
vez más.
Es cuanto....
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