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El periodismo se enluta con la pérdida de Martín Mendoza Flores, sonorense de origen (nació en Navojoa) que desplegó y consolidó en Sinaloa su memorable carrera como reportero y columnista ejemplar. Quienes con él convivimos los gratos momentos y experiencias de una honrosa amistad, somos depositarios del legado de reconocimiento que su integridad nos deja, y que latirá indeleble en la memoria.
En el ámbito nacional, después del testimonio cotidiano en torno a la actitud que el Presidente Andrés Manuel López Obrador había asumido ante los riesgos galopantes que laten en la pandemia de Covid-19, el contagio que actualmente le afecta corresponde a la crónica de un efecto anunciado, en vista de la despreocupación de que hizo gala por cuanto a los protocolos de prevención que en lo personal soslayó manifiestamente, casi a manera de reto.
Se dice que, en congruencia con sus funciones, el doctor Hugo López-Gatell debió haberse esmerado en mantener una estrategia protectora de la salud del Mandatario, y que este contagio representa una raya más para el tigre, pero resulta una petición de peras al olmo cuando ese funcionario federal del área sanitaria ha sido el primero en desvirtuar la efectividad del uso del cubrebocas.
La amenaza de un contagio a ese nivel ya se convirtió en una realidad que muchos temían, pero que nadie en su sano juicio podría desear y así quedó de manifiesto en los mensajes de aliento y pronto restablecimiento recibidos por el contagiado, y entre los cuales, en ese mismo tenor, cobran especial significación los enviados por los ex presidentes Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto.
Es obvio que el caso es preocupante, y la prioridad es aplicar la atención terapéutica que posibilite la pronta superación del trance, cuyo índice de gravedad podría ser sujeto a un manejo informativo no muy apegado a la realidad, aunque las evidencias hasta el momento revelan una baja intensidad, según se constata en el estado de ánimo y disposición activa del líder de la Cuarta Transformación.
Sin embargo, una intención de aparentar normalidad podría oponer resistencia al restablecimiento del Presidente que, para empezar, mantiene su tendencia a evitar el cubrebocas, y anuncia que para sus viajes oficiales seguirá usando el servicio del transporte aéreo comercial.
Estas decisiones entrañarían además un riesgo latente de contagio hacia el entorno, aunque no se esperan realizables durante la presencia mórbida del contagio, pues existe como antecedente favorable el hecho de haber suspendido transitoriamente la presencia presidencial en las conferencias mañaneras, en las cuales funge como representante titular la ciudadana Secretaria de Gobernación.
El hecho de que funcionarios del Gabinete y del equipo de la Cuarta Transformación, incluyendo al doctor López-Gatell así como a varios gobernadores que en días recientes tuvieron contacto con el Presidente López Obrador, se hayan declarado en seguimiento del protocolo sanitario y han decidido trabajar en resguardo desde sus casas denota una atinada reacción preventiva que podría considerarse como la disposición que, ante la pandemia, debió de ser observada desde un principio en todos los ámbitos del Gobierno federal, a partir de las autoridades del sector salud.
Por lo pronto, este previsible contagio puede significarse como un timbre de atención para abrir entendimientos que se han mantenido reacios ante la creciente magnitud de la pandemia en México, y esperar en consecuencia una concientización sobre la urgencia de observar responsable y solidariamente los protocolos sanitarios, toda vez que el recurso de la vacunación se contempla en nuestro País como un motivo de esperanza a muy largo plazo.
Organismos internacionales de salud estiman que, de acuerdo con las actuales condiciones de adquisición, la cobertura de vacunación para la población mexicana se prolongará alrededor de ocho años. Esta perspectiva desalentadora, indica que la reconstrucción de políticas públicas congruentes y una responsable y solidaria conducta de todos los mexicanos son la única alternativa.
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