La adusta filosofía

    Empero, el quehacer filosófico no tiene por qué ser aburrido ni estar reservado solamente a los eruditos y especialistas. La risa y el humor son elementos constitutivos y esenciales del pensamiento crítico

    El filosofar ha sido considerado como una tarea muy seria. Y es cierto, pensar de manera crítica en los grandes cuestionamientos de la vida no es una encomienda fácil. Sin embargo, en ocasiones se pinta al filósofo como un personaje adusto, huraño, abstraído y misántropo, que no encaja en el entramado de este mundo.

    La palabra adusto proviene del verbo latino adurere, que significa quemado, reseco, consumido por el fuego. El concepto amplió un poco su simbolismo para expresar un rostro huraño, serio, seco, cortante y poco amigable. Por eso, al filósofo muchas veces lo pintan taciturno, melancólico, malencarado y hasta amargado.

    Empero, el quehacer filosófico no tiene por qué ser aburrido ni estar reservado solamente a los eruditos y especialistas. La risa y el humor son elementos constitutivos y esenciales del pensamiento crítico. Incluso, exagerando la nota, señaló Wittgenstein: “Podría escribirse una obra filosófica buena y seria compuesta únicamente de chistes”.

    La risa, como sabemos, es un atributo propio del ser humano. Se ha dicho que las hienas ríen, pero el sonido chillón que emiten, como aullido o gemido, indica que están nerviosas o se sienten amenazadas. La risa y el humor son ingredientes indispensables para convivir y disfrutar de la vida. A través de estos elementos tomamos distancia de la realidad y adoptamos una perspectiva más coherente y acorde, porque nos permite calibrar las cosas, valorar algunos aspectos no evaluados y adoptar un punto de vista menos trágico, sin exagerar dramáticamente la situación que se vive.

    Pío Baroja dijo: “¡Humorismo! Risa del espíritu serio, reflexión de la jovialidad, visión binocular del cosmos”. Y el poeta libanés, Khalil Gibrán, escribió: “Aléjame de la sabiduría que no llora, la filosofía que no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños”.

    ¿Soy demasiado serio?