vraldapa@gmail.com
@vraldapa
A poco más de un año de que en Sinaloa, como en varias entidades del País, el partido Morena prácticamente arrasara en las elecciones de 2018, no parece haber significado grandes cambios en la práctica de la política y el ejercicio gubernamental, salvo algunos eventos muy particulares de los diputados locales en los que a veces parecen asomarse algunos intentos por modificar la fuerte inercia del ejercicio de la política del llamado antiguo régimen, la ambición de algunos legisladores y sobre todo la inexperiencia de otros, han sido su mayor obstáculo para emprender con éxito lo que, desde la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador ha llamado la Cuarta Transformación del País.
Aunque las dimensiones y alcances que se plantean en los objetivos de la 4T requieren tiempo por depender a las características propias de un proceso social, en Sinaloa todavía no se ve con certeza el rumbo por el que se encaminan los postulados de tan anunciada histórica transformación. Una cosa es el anuncio del inicio de la Cuarta Transformación desde el Gobierno federal y otra lo que sucede desde lo local en las entidades y sus municipios.
Pero podemos observar el escenario político de la 4T en Sinaloa desde al menos cuatro planos:
El primer plano es la inexistencia de una estructura partidaria; en Sinaloa como en muchos estados de la República, el partido Morena sigue sin existir como institución y carece de presencia y figura, nadie sabe quienes integran Morena, ni antes de la elección, ni después, sólo se conoce a los morenistas que ganaron elecciones y a ciertas personas que exigen y pelean en redes el derecho de patente ideológica y de lucha del partido Morena en Sinaloa, sin un reconocimiento público y oficial de la dirigencia nacional y sin claridad y certeza acerca de cómo se va a conformar, cuál va a ser el resultado una vez que se elijan sus estructuras. Como antecedente se tiene que el pasado mes de octubre, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación revocó la convocatoria del Tercer Congreso de Nacional de Morena para nombrar sus dirigentes, pues determinó que el padrón usado en el proceso electivo carece de certeza, por lo que “no resulta confiable”.
En un segundo plano tenemos el atropellado desempeño de los ayuntamientos de Mazatlán, Guasave, Ahome y especialmente el de la capital del estado, Culiacán, donde su Alcalde, Estrada Ferreiro, parece no atinar ni tener la capacidad de reorientar su decepcionante actuación como Presidente Municipal, al replicar formas autoritarias, usos y costumbres de lo más arcaico de los gobiernos priistas de la década de los 70. Una gran decepción de los simpatizantes de Morena se está acumulando en lo que va del primer año de sus gobiernos municipales, que incluso, pareciera, se hace con plena conciencia para que así suceda.
En un tercer plano se tiene a los legisladores federales, diputados que no envían señales diferentes y actúan igual que sus antecesores, la diferencia es que ahora defienden y justifican las decisiones del Presidente de la República por ser de su mismo partido; nada nuevo que quienes ahora se encuentran en la Oposición tunden con severas críticas al Ejecutivo federal. Cambiaron las posiciones, pero parece que las reglas son las mismas. Una minoría crítica e inconforme y una mayoría disciplinada que actúa de acuerdo a una línea política.
En el cuarto plano a observar tenemos la confusa y poco clara representación de un Gobierno federal que no acaba por tener un rostro y una presencia, más allá de la figura del llamado “súper-delegado” José Jaime Montes, a quien se le percibe en un aturdido y burocrático desempeño de un proyecto de Gobierno federal que no termina por acomodarse en Sinaloa.
Lo cierto es que las llamadas inercias en la administración pública, los intereses políticos y económicos, la inexperiencia, los falsos compromisos y sobre todo la conducta persistente de los actos de corrupción en muchos de los nuevos actores políticos que representan a Morena en Sinaloa, van a enterrar el proyecto de la Cuarta Transformación. La señal más evidente es que no han cambiado las formas de ejercer la política y porque en el fondo muchos de ellos nunca han sido morenistas, y los que sí lo son se les observa confusos, lidiando entre las responsabilidades públicas, la traición y los tentadores privilegios del poder. Vaya dilema.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.