Ken, el incómodo

    México sí estará presente en la Cumbre de las Américas, aunque López Obrador no asista personalmente. Lo importante es que en la mesa de trabajo estén los temas que afectan a la región como lo migratorio (no solo el flujo y espera, también la regularización de millones de indocumentados en aquel territorio), la seguridad hemisférica, el tráfico de estupefacientes y, sobre todo, la necesidad de hablar del control del comercio de armas estadounidenses para buscar como evitar su importación masiva e indiscriminada a nuestra región.

    Ken Salazar ha sido un Embajador estadounidense en México sumamente visible. A diferencia de otros que han actuado en sigilo y sobre todo en las altas esferas del poder, el Embajador Salazar suele buscar los reflectores, ser visto en cuanto llega y hacer notar que “estuvo ahí”. Es muy raro el día en que los noticieros mexicanos no den una nota donde el Embajador casualmente aparezca y no solo como una mención, sino sobre todo porque su imagen es imperdible. De sombrero, traje y corbata estilo cowboy, es absolutamente imposible que pase desapercibido. Durante los días del debate de la reforma eléctrica era el pan de cada día y se le mencionaba en los pasillos como el cabildero mayor, y en los días más recientes se le ve salir y entrar de Palacio Nacional como si ya tuviera salita de espera particular en ese recinto.

    Su actual e insistente presencia en Palacio Nacional tiene que ver con la decisión de López Obrador de condicionar su asistencia en la Cumbre de las Américas que se realizará a inicios de junio en Los Ángeles, California. El Presidente mexicano dijo que, si no se invitaban a todos los gobiernos de la región de América, la Cumbre no cumpliría su misión, que es justamente discutir los problemas del Continente. Hasta ahí todo bien en un entorno de negociación que siempre se da en este tipo de eventos, con el pequeño detalle que hoy en México hasta este tipo de discusiones diplomáticas se vuelven públicas por el estilo del Presidente mexicano de explicar en sus conferencias mañaneras sus decisiones y posicionamientos.

    A este respecto, lo que parece que no calculó el gobierno de Washington y aparentemente tampoco Ken Salazar, es que se sumaran algunos países a la negativa de asistir a la Cumbre y al hecho de que a López Obrador no lo deslumbran demasiado los reflectores internacionales que llevan a otros a sucumbir a la presión por imagen o por cálculo estratégico ante nuestro principal socio comercial. Es cierto que la jugada es de alto riesgo, que nos pone con “Sansón a las patadas” y a que, se repite histéricamente en los programas televisivos de mayor audiencia nacional, “que dirán en los Estados Unidos de nosotros”. Pero la verdad es que la Cumbre misma es una sesión de trabajo de la OEA donde Luis Almagro, su secretario general, es el anfitrión. Hay que tener en cuenta que la OEA no es la institución más respetada por el gobierno mexicano actual, de hecho, dicha institución ha jugado como el confesionario de la oposición mexicana a donde sus líderes se refugian cada tanto para literalmente acusar de lo que consideran los arrebatos del gobierno actual, en la espera de que su secretario general, Almagro, le ponga un alto al Presidente mexicano, cosa que jamás va a ocurrir.

    En México se suele hablar de Estados Unidos como un bloque y se dejan fuera la cantidad de actores y puntos finos de una relación tan amplia y compleja que moderan los desacuerdos y evitan que se facture del todo una dinámica fundamental para ambas naciones. Para Latinoamérica este sainete político es una oportunidad para buscar construir una relación menos desigual e impositiva que define cuestiones tan esenciales como, imagínese usted, mantener desde hace 60 años la orden al planeta entero de no comerciar con una Isla como Cuba. Tampoco podemos ser ingenuos, hay voces que han hecho declaraciones duras contra México, pero francamente hay que moderar las reacciones ya que entre las principales voces están Ted Cruz y Marco Rubio, ambos políticos republicanos de descendencia latinoamericana, que están aprovechando el momento no tanto para criticar la decisión tomada desde México, sino para jalar puntos para la contienda electoral en su país que ocurrirá en noviembre. Aunque, por cierto, para entonces, nadie se va a acordar de este episodio internacional, que además para la inmensa mayoría de los estadounidenses es infinitamente irrelevante como suele ser el resto del mundo para esa nación.

    México sí estará presente en la Cumbre de las Américas, aunque López Obrador no asista personalmente. Lo importante es que en la mesa de trabajo estén los temas que afectan a la región como lo migratorio (no solo el flujo y espera, también la regularización de millones de indocumentados en aquel territorio), la seguridad hemisférica, el tráfico de estupefacientes y, sobre todo, la necesidad de hablar del control del comercio de armas estadounidenses para buscar como evitar su importación masiva e indiscriminada a nuestra región. Si de discutir y acordar se trata, lo mejor es que asistan nuestros representantes más duros a los que, por cierto, Ken también saluda de manera muy fraterna, aunque entre ambos, como se dice de los gitanos, no se lean las manos.