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"BUHEDERA"

"'Jugar a las ausencias'"

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BUHEDERA

    gfarber1948@gmail.com

    www.farberismos.com.mx/web/

     

    Conocí a Fernando y Totina hace 51 años, en los pasillos de la Ibero en la Colonia Campestre Churubusco. Ya eran novios. Poco después se casaron y tuvieron cinco hijos. Yo continué frecuentándolos. Hace cuatro años, en la celebración del 70 aniversario de Fernando, Totina avisó que pronto comenzarían ellos a “jugar a las ausencias” (ella escribió una novela, “La ribera”, de fuste literario de primer orden pero impresa solo para sus íntimos). Hace 11 meses se le declaró a ella un cáncer de estómago. Me manda este texto don Fer, hoy que se cumple la profecía que siempre se cumple, hoy que muere Totina, nuestra querida amiga:

     

    Celebración de la vida

    Fernando Amerlinck, 27.12.2020

    “Pronto Señor, nos veremos

    en tu casa solariega.

    Contadas tienes mis horas

    y los pasos de mis sendas,

    contadas mis pulsaciones

    y las gotas de mis venas,

    los soles que han de lucirme

    y las noches que me esperan,

    los inviernos que me aguardan

    y estíos y primaveras…

     

    “Tú, escrita Señor la tienes,

    mi jornada postrimera.

    Yo sé que se está llegando,

    yo sé que la tengo cerca,

    ya las veo, ya las toco,

    de mi vida las fronteras.

    ¡Oh muerte, que serás vida,

    vida que serás eterna!…

    Pronto Señor nos veremos

    en tu casa solariega.

     

    “Veo en tus manos las llaves

    que abríranme aquellas puertas,

    y siempre, Señor, contigo

    en tus moradas eternas,

    sin temores de perderte,

    sin las zozobras terrenas,

    sin aquel ¡ay! en el alma,

    sin nublados ni tinieblas,

    sin los febriles ardores

    de ambición no satisfecha.

     

    “No son sueños ni ficciones,

    no es ilusión, no es quimera:

    ¡pronto, Señor, nos veremos

    y nos veremos de cerca!

    Y serán tus heredades

    mi patrimonio y herencia,

    tu gloria será mi gloria,

    tu cielo mi recompensa.

    Pronto, Señor, nos veremos

    en tu casa solariega.

     

    “¡Qué casa, Señor, la tuya!

    ¡Qué praderas tus praderas!

    ¡Qué lumbre la de tus soles!

    ¡Qué paz la de tus estrellas!

    ¡Qué manar el de tus fuentes!

    ¡Qué frescor el de tus selvas!

    ¡Qué cantar el de tus auras!

    ¡Qué bonanza en tus riberas!

    ¡Pronto, Señor, nos veremos

    en tu casa solariega!”.

     

    Oíste hoy este canto de esperanza, hecho por un mártir español cercano también al momento supremo. Por años lo tuviste junto a tu cama. 

    Hoy es tiempo de celebración y alegría. Hoy cumples tu precioso camino: entras a la verdadera vida, vida que siempre es una. La vida que continúa, la vida que recomienza, vida preñada de eternidad. 

    Es vida tan extensa que rebasa toda medida. Es vida que no se acaba. Es la vida de verdad, la que hoy comienza. Y no, lo diré mejor: la vida que continúa. La que nunca se ha parado, y nunca se detendrá, pues es ése y no otro el camino de los justos. 

    Hoy tiempo y espacio son uno; todo regresa al principio. Al divino origen que creó todo, y del que formamos parte. Es tiempo para exaltar la alegría, la cercanía, la simpatía y cuanto proviene de la fuente de todo amor. 

    Es día de reconocer ese amor en un ser extraordinario. De la fuente de la vida tomaste lo mejor posible. Contagiaste de alegría a cualquiera que haya tenido el privilegio de conocerte. O de cruzarse contigo en cualquier tiempo y cualquier circunstancia: la ventanilla de un banco, vendiendo lotería, en la peluquería. Y no digamos tu familia y tus amigas. 

    La vida llega a un término que no tiene término. Regresa a su creador, pues forma parte de él, él que la hizo en su origen y te formó a su semejanza en forma de mujer. De madre, abuela, esposa, amiga, madrina, artista. 

    La bendita sangre de Aure y Tota formaron tu almado cuerpo hace sólo 72 años. Trajeron a su guapina de grandes ojazos a un mundo que hoy es mucho mejor, gracias a tu continuada presencia en él. 

    Hoy que regresas al Padre, resplandece tu efímera estancia corporal en permanentes recuerdos de una existencia buena, extraordinaria y repleta de virtudes; todo a imagen de su fuente nutricia, al estilo del Creador: con la esencia divina que se expresa en quienes llegaron al mundo a prolongar amor. A darle frutos. A contagiarlo. A llenar el mundo de perfume. 

    Bien lo dijeron tus hijas, haces bonita la vida. Hoy, el paraíso es un poco más bonito: a él ha llegado Totina.

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