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"OBSERVATORIO"

"Javier Valdez: mil días de impunidades. La justicia que AMLO y Quirino no dan"

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OBSERVATORIO

    alexsicairos@hotmail.com

     

    Si en mil y tantos días el periodismo de Javier Valdez Cárdenas ha vencido al olvido y derrotado a quienes creyeron acabar con su obra, tampoco bastarán los años que pasen para que le nieguen justicia. Así hayan logrado los criminales la impunidad durante el gobierno de Enrique Peña Nieto y sigan sin castigo en casi una cuarta parte del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, algún día prevalecerá el estado de derecho por encima de la omisiva acción legal.

    A tres años, hoy, del crimen que atacó certero la libertad de expresión en México, nunca más el llanto sobre el cenotafio o la tumba del periodista de talla universal, porque él en el lugar de nosotros estaría desgañitándose con el grito de justicia, no confabulación. Se oye su reclamo por cada atropello al débil, por cada abuso solapado, por cada víctima sin voz.

    Este 15 de mayo ninguna autoridad o institución puede decir que el caso Javier Valdez está resuelto y que su familia o el gremio al que pertenece deben guardar las banderas rojas teñidas con la sangre de quien llevó la actividad de la prensa sinaloense a los más altos sitiales de honor. Si algún político o cualquiera institución creyera subsanada la ofensa, el Javier que vive a través de sus textos, el que palpita en el coraje social, estará de vuelta para expresarles que mienten.

    Conforme mayor tiempo transcurre resulta más difícil creer en las hipótesis empolvadas en las carpetas de investigación que tienen el tufo de componendas, el mismo hedor de los albañales donde se acomodan los móviles y culpabilidades conforme los intereses en juego lo determinen. Y ni así, impotentes y desconfiados por las actuaciones de fiscales y jueces, será admisible una resolución judicial con dolo y prevaricación.

    Además de los gatilleros y capos que le quitaron la vida a Javier, el Estado mexicano se erige como otro coautor del crimen por los días, semanas, meses y años que el marco legal ha sido ralentizado en beneficio de los asesinos. La alevosía del sistema judicial es tan condenable como la premeditación de los que planearon y ejecutaron el homicidio.

    En este punto de la decepción personificada en los gobiernos federal y estatal, cuya obligación es borrar a fuerza de legalidad ese manchón de desidias en sus administraciones públicas, la fe a ciegas deja de ser el último reducto de los deudos, que son la familia de Javier Valdez y el conjunto cívico que perdió al más tenaz de sus defensores. Bajar la guardia, guardar silencio o tolerar las torpezas equivale a volver a asesinar al periodista.

    Un trienio con la misma pregunta de quién nos arrebato a Javier Valdez e iguales balbuceos de ministerios públicos y tribunales que entre más tardan en probar sus alegatos es mayor la duda de que puedan resolver el caso a satisfacción de la familia, gremio y sociedad ofendidos. Este día siguen a contrarreloj del tiempo donde las manecillas del reloj de la impunidad marcan la hora de autoridades, regímenes y camarillas idénticamente incompetentes.

    La reclamación de justicia se escuchará como eco del escepticismo que nació en Culiacán el 15 de mayo de 2017. Que sean los autores materiales e intelectuales los que paguen por asesinar a Javier Valdez, sin tolerar que interfiera la vieja costumbre nacional de acusar a un cártel del narcotráfico para proteger a otro, o viceversa. Que todo el peso de la ley caiga sobre quienes lo inmolaron aun siendo conscientes los maleantes de que arrodillaban en sí un oficio, una libertad, una trinchera de los sin voz.

    Es la mejor manera de homenajear a Javier. Si en el periodismo de la víctima prevaleció la tenaz búsqueda de la verdad, en quienes sobrevivimos en las trincheras reporteriles ha de predominar el alarido de indignación hasta que el sistema judicial convenza que Valdez Cárdenas, su familia y nosotros podemos estar en paz. La querida presencia del compañero caído es motivo y aliento para ir por la justicia a donde quiera que esta hiberne.

    A eso le apostamos, Presidente Andrés Manuel López Obrador, Gobernador Quirino Ordaz Coppel: a que el aparato judicial lave la afrenta, seque la sangre, cure la rabia y barra las complicidades hasta que lo criminales respondan por aquel lunes de mayo que al mediodía puso a temblar no solo al periodismo sino sobre todo al sistema político y sus nexos con el narco, a la Constitución y sus letras muertas. A los vulnerables que había ganado la posibilidad de ser escuchados.

    Ustedes, Presidente y Gobernador, hagan que prevalezca la firme y creíble impartición de justicia; nosotros, los periodistas y la sociedad, haremos que prepondere el aporte valiente que Javier hizo a través de su trabajo. Y si acaso ustedes con el poder que tienen se doblan en la implementación de la ley; de esta parte, a pesar de la fragilidad que provee la impunidad, seguiremos de pie tal como lo haría el “bato”, el colega, el padre de familia, el hijo y el sinaloense ejemplar.

     

    Reverso

    Cuántas ilusiones de verte,
    Con la misma vida que ayer,
    Pues no basta que al leerte,
    Sigas entre nosotros, Javier.

     

    Y aquí todo sigue igual

    En nuestra terca realidad, Malayerba, las cosas no cambian. La intolerancia toma los matices de esa rara mixtura de fanatismo y violencia, la misma mezcla letal que te privó de la oportunidad de continuar al lado de tus hijos, esposa, padres, hermanos, demás familia y amigos. Ahora el crimen organizado quiere presentarse como supuesto protector acomedido de Andrés Manuel López Obrador, al amenazar al diario Reforma con dinamitar el edificio sede del rotativo si no corrige la línea editorial de crítica al Presidente. Como cuando nos puso a temblar aquella granada de fragmentación que el 7 de septiembre de 2009 lanzaron, para intimidarnos, en el local donde estaban las oficinas del Semanario Ríodoce. ¿Te acuerdas?