Los ciudadanos más nobles de Culiacán están saliendo del natural pasmo que les produjo el inicio de la guerra narca.
Por supuesto que, a pesar de todo, la mayoría nunca dejó de trabajar. Tenían que hacerlo frente a las balas y el miedo, si no sus familias no tendrían tortillas en la mesa. No obstante, cientos perdieron su trabajo y miles dejaron de ir a la escuela. Así se perdieron miles de millones de pesos.
Continuar encerrados generaría una crisis mayor. Que el miedo impidiera a la mayoría salir a sus actividades acostumbradas hubiese hundido a la ciudad en un hoyo negro que no tendría fondo.
A los dos meses de iniciados los enfrentamientos entre las dos fracciones mayores del Cártel de Sinaloa, empezaron las primeras reacciones colectivas que han luchado por reactivar la economía y la hermandad local.
La iniciativa la vimos en la caravana turística culichi hacia Altata, animada por chefs y cocineros de Culiacán y el pequeño puerto. La cual, nos dicen las noticias, fue un éxito.
Este jueves pasado se organizó la segunda acción colectiva: “Jalemos con la banda”. Desde las 9 de la mañana, habitantes de Culiacán hicieron presencia en la avenida Álvaro Obregón, para celebrar el festival musical-gastronómico, que entregará a 800 meseros y músicos afectados por la ola de violencia que vive Sinaloa los recursos ahí recaudados. Los organizadores fueron empresarios y sociedad civil.
Los principales atractivos de la fiesta cívica fueron el aguachile y la banda sinaloense, dos de los íconos de la cultura del estado que han trascendido nuestras fronteras y han llegado a todos los confines del País y a otros lugares del planeta.
Las primeras noticias del evento nos dicen que la comunión de banda-aguachile-solidaridad ciudadana fue un éxito rotundo. Fue un encuentro humanitario muy emotivo. Miguel Taniyama, uno de los culichis más solidarios que podemos conocer, resumió el abrazo ciudadano de la siguiente manera:
“La verdad, ha sido una respuesta increíble, todo el apoyo a los músicos, a los meseros, estamos muy agradecidos de que la gente de Culiacán haya respondido al llamado, de que vengan, compren, cooperen y el gran mensaje es construir paz, creo que esa parte queda lista, queda muy fortalecida para los eventos que vienen, volvemos a tomar las calles, volvimos a construir nuestra ciudad y agradecido con Dios”.
Como es evidente, la sociedad civil está haciendo su tarea para sobrevivir en medio de la violencia criminal. Si el Gobierno, a nivel federal, estatal y municipal, está respondiendo con inteligencia militar y sus fuerzas armadas, lo que les corresponde a los ciudadanos es actuar con imaginación, organización, solidaridad y pasión cívica echando mano de sus propios valores culturales, y eso es lo que están haciendo mujeres y hombres con inteligencia y mucho valor.
Los habitantes de Culiacán que han tomado estas iniciativas no se sentaron a esperar a que los narcos salden sus cuentas y regrese la “pax narca”. Si la pasividad fuera la conducta ciudadana, la capital terminaría asfixiada y con ella buena parte del estado. Si el miedo fuese permanente y congelante, las reservas de valor civil terminarían por desfallecer y la ciudad sucumbiría. Pero la gente valiente y generosa de Culiacán no está dejando que eso suceda.
No obstante, esos esfuerzos se tienen que multiplicar y para ello los habitantes de otras ciudades y pueblos de Sinaloa podemos aportar nuestra cuota solidaria.
Quizá podríamos organizar tianguis colectivos en nuestras ciudades donde les compremos productos a pequeños y medianos productores del municipio de Culiacán. O, quizá, organizar compras en línea de productos de la capital. O, quizá, organizar caravanas turísticas a Culiacán, ya sea para hacer turismo cultural, de negocios, académico o gastronómico. En fin, con imaginación y con la cooperación de expertos en la materia se podrían lograr esas propuestas, quizá ilusas, pero, a final de cuentas, planteando alternativas de solidaridad cívica.
Seguramente hay respuestas individuales de familiares y amigos a la gente que necesita con urgencia de ayuda y cooperación. Es muy probable que nuestros paisanos en Estados Unidos les estén enviando remesas extras a sus familiares en condiciones de crisis, pero, en estos casos, se necesitan respuestas amplias y colectivas organizadas. Que el Gobierno haga lo suyo y la sociedad civil lo propio.
Además de Culiacán, hay poblaciones rurales en varios municipios que están pasando las de Caín y con ellas la respuesta solidaria puede ser similar: cooperar colectivamente con diferentes iniciativas.
Lo cierto es que no podemos quedarnos indiferentes y sin buscar respuestas ciudadanas a la difícil situación que ya padecen miles de sinaloenses.
Esta debe ser la hora en que, por ejemplo, las universidades, las iglesias, las organizaciones empresariales, rotarios, leones, empresarios de todo el estado deberían estar impulsando iniciativas para solidarizarnos con las ciudades y poblaciones que están sufriendo más profundamente la guerra del narco.
Es la hora de la acción y la solidaridad ciudadanas.
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