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@rodolfodiazf
La cultura de la queja extiende su imperio en los cinco continentes. Somos demasiados los que recurrimos a ella cuando las cosas no resultan como esperábamos. Sin embargo, no nos percatamos de su inutilidad. La persona que se queja no se hace responsable de sus errores, antes bien se victimiza y magnifica lo que le sucede, no modifica la situación ni cambia su proceder y estrategia, su ánimo se derrumba y su estado emocional se vuelve totalmente inestable.
El psicoterapeuta italiano Salvo Noé es un gran admirador del actual Pontífice. En una entrevista concedida a Europa Press, señaló: “El Papa Francisco es un maestro de vida y es un gran terapeuta, sus palabras unen, ayudan, curan, escucharle es muy importante, porque también desde el punto de vista terapéutico sus homilías y discursos resultan muy beneficiosas para mis pacientes”.
En una ocasión elaboró un poster con la frase: “Prohibido quejarse, Haz algo para mejorar tu vida y la de los demás”, y se lo entregó al Papa en una audiencia. Bergoglio lo colocó en la puerta de su estudio. Posteriormente, accedió a escribir el prólogo del libro de Salvo Noé, en el que subrayó: “La solución no está en alejarse del mundo ni en luchar contra todo lo que nos rodea, sino en mejorar la realidad a partir de lo que somos, desde nuestro corazón, desde nuestras relaciones”.
Salvo Noé colocó un epígrafe, que dice: “Las quejas son como las mecedoras: te entretienen, ¡pero no te llevan a ningún sitio!” Y agregó: “He percibido que hay un hábito de queja, una queja que no busca una solución. No es que la queja sea negativa, ésta vale en momentos de dificultad, pero luego hay que enfocarla para buscar soluciones y motivaciones”.
¿Me desgasto en inútiles quejas?